Por: Guido Calderón
La mañana era un lienzo de promesas y aventuras: aguas cristalinas, cielo azul y un encañonado con una sucesión de cascadas que invitan a los turistas a sumergirse en la naturaleza. Primero: descenso de 4 metros para sentir la fuerza del agua. Segundo: otro de siete para entender la comunión entre equipos y cascada. Tercero: una emocionante tirolina que desciende sobre una poza encantadora, los dos Guías que se adelantaron reciben a la primera turista, que resbala por la cuerda con una sonrisa radiante.
El agua se tiñe de lodo, una lluvia en los lejanos páramos envía una creciente. El tercer Guía, ve el peligro venir y saca velozmente del cañón a nueve extranjeros. Abajo, en la poza, la riada cae violentamente y arrastra a los dos Guías y a la extranjera.
Uno de ellos se ancla a una roca y lanza una cuerda al otro Guía que hace el primer rescate de la joven sacándola de dentro del agua y permitiendo que respire. Agarra con una mano la cuerda salvadora y con la otra sostiene la mano de la turista atrapada por la feroz corriente. Soltar a la turista significa su muerte y la salvación del Guía que también es atrapado por la corriente y no puede sostener con una sola mano dos cuerpos atrapados en la furia del agua. Escoge no soltarla, son arrastrados y juntos caen una cascada de 25 metros en cuya base hay un mortal remolino de agua, troncos y ramas.
La turista en estado de shock siente la mano del Guía empujarla una vez, dos veces hasta que alcanza la orilla: está salvada pero su salvador no emerge. Las sombras caen en el encañonado ensordecido por el agua, son las 6 pm, los bomberos llegan y retiran a la turista a la seguridad de la carretera, donde más Guías esperan que baje el agua para rescatar al último Guía.
A las 6 am del día siguiente 3 Guías se adelantan a los bomberos, van calmados, asumen que el Guía faltante estará en algún rincón con frio y tal vez un hueso roto, pero al ingresar al encañonado lo ven inmóvil abrazado a un tronco, en el que está enredada la cuerda atada a su arnés que en medio del remolino trató de sacarse, luego de empujar a la orilla a la turista con todas sus fuerzas, pero estás se agotaron, además, la caída de 25 metros lo había golpeado con brutalidad y con su último aliento salvó por segunda vez a la turista, que no se fue de la ciudad sin antes verlo y se lanzó en llanto cuando vio el cadáver de su salvador. No hay aplicación que reemplace a un Guía ni profesión alguna donde uno elija morir para salvar a una desconocida sin siquiera pensarlo.
Medardo Paredes murió como un héroe. La turista suiza que salvó jamás lo olvidará y a quienes compartimos profesión, se nos llenan los ojos de lágrimas y de orgullo. De esa estirpe somos: de la que salva vidas.