Por: Guido Calderón
Gramado en la sierra gaucha brasilera, con 30.000 habitantes, no tiene una planta de cacao en cientos de kilómetros a la redonda, pero la mayoría de sus 7 millones de turistas anuales vienen por su chocolate, cuyas fábricas artesanales atraen con los procesos de su elaboración, la diversidad de sus formas, multiplicidad de empaquetamiento; poco apuestan a los porcentajes de cacao y nadie menciona fino de aroma.
En Ecuador la “Ruta del Chocolate” como atracción turística, se promueve en varias provincias y el punto culminante es compartir con el visitante su elaboración usando un molino para maíz, que expulsa una pasta arenosa muy alejada a las 200 micras o menos que tiene el chocolate de verdad. Tampoco tenemos chocolaterías a la par de la alta producción de las zonas cacaoteras, por no tener acceso a maquinaria adecuada que no fabricamos e importarla es oneroso. El 1 % del cacao lo convertimos en chocolate de calidad exportable; pero el preferido del ecuatoriano es más azúcar que cacao, por lo que nuestro consumo per cápita de chocolate apenas llega a los 300 gramos anuales, en tanto en Europa son 8.000 gramos y su precio promedio USD 1,20 los 100 gramos, aunque la tableta más común es de 250 gramos provenientes de todos los confines del planeta; en Ecuador los 100 gramos superan los USD 3. Somos los mayores productores del mejor caco del mundo y tenemos el chocolate más caro del mundo.
Europa consume mayoritariamente cacao africano, un 30% más barato que nuestro fino de aroma, que el consumidor europeo no conoce que tiene comercio justo ni que lo producen comunidades indígenas; y no tiene los males del africano como esclavitud infantil, violencia, depredación de selvas.
Aparte de enriquecer a exportadores, el cacao mantiene a los agricultores de la Costa, pero empobrece a campesinos e indígenas de la Amazonia, cuyos GADs provinciales regalan miles de plantas de cacao promoviendo su cultivo y supuesta atracción turística, pero cientos de hectáreas sembradas son abandonadas por los bajos precios del cacao en mazorca o en baba, que los comerciantes -de la Costa- pagan en finca un 40% menos que el precio de mercado.
Liberar la importación de maquinaria permitirá procesar el cacao y abundar el país de fábricas de chocolate que generen empleo y nos posicionen como un destino turístico de chocolate, con cuya exuberancia, superaríamos la dualidad actual: versiones baratas de muy mala calidad o santuarios que venden a precio de oro líquido.
El consumo de chocolate va a incrementarse en todo el planeta en los próximos años y los sitios de producción masiva convocan miles de turistas. Por ahora estamos fuera de ese mercado en crecimiento, porque la gente come chocolate no pepas de cacao fino de aroma, que la mayoría del mundo desconoce tanto como al Ecuador, de los cuales los únicos convencidos de sus maravillas turísticas, somos nosotros.