Por: Guido Calderón
Quienes estamos vivos es gracias a los que murieron y en todas las culturas, se rinde culto a los muertos, hasta hoy, en especial cuando empiezan las cosechas y la abundancia debe ser compartida con los que nos precedieron.
Los Celtas en lo que hoy es Inglaterra, fueron quienes fijaron un día para compartir con los muertos, en el que se abrían las puertas del inframundo, donde también habitan seres horribles que salen a secuestrar a los humanos, en especial niños, que deben disfrazarse de monstruos para engañar a estos seres malvados.
Así las personas empezaron a disfrazarse y cuando los ingleses colonizaron Norteamérica, llevaron esta tradición que, como todo lo que hacen los norteamericanos, la convirtieron en una fiesta y negocio mundial, que aquí en Ecuador fue prohibida, aduciendo que ese día se conmemora el Escudo Nacional, aunque el tributo a los muertos es en la noche y no debería haber contradicción; pues de haberla, también se deberían prohibir las visitas a los cementerios en el día, costumbre que hay en muchas ciudades y sectores indígenas que van a almorzar con sus muertos, llevándoles la comida que más les gustaba.
Desde hace años, la noche de Halloween en Baños de Agua Santa es mágica y llena de felicidad para niños que incluso vienen de otras ciudades, se disfrazan y recorren la ciudad, siguiendo un mapa donde están las ubicaciones de todas las empresas, que a partir de las 6 de la tarde, regalan caramelos y golosinas a todos los niños, muchos de los cuales vienen acompañados de sus padres, también disfrazados, por lo que quienes no están al tanto de esta costumbre de Baños, se sorprenden y maravillan viendo tanta alegría, color, creatividad, generosidad y seguridad.
En un cementerio japonés de la II Guerra Mundial, una persona ponía flores en la tumba de un soldado norteamericano fallecido en combate; y al ver que una chica ponía comida en la tumba de un soldado japonés, cuestionó con ironía: ¿en qué momento va a salir tu pariente a comer lo que le dejas? Y ella contentó: en el mismo momento en que el tuyo salga a oler tus flores.