– !Hola, compadre Indiscreto! ¿Qué anda haciendo con ese violín? ¡No me diga que va a pararse en una esquina a tocar para que le den limosna!
– ¡Qué tal, compadrito Ulbio! Claro que voy a ponerme a tocar en una esquina.
– ¡Que’s ps! ¡¿Tan mal mismo le estará yendo?!
– ¡A todos nos va mal! ¡Este barco se hunde! Y por eso voy a ponerme a tocar, para musicalizar el hundimiento.
– ¡¿Y qué tiene que ver que todo se esté hundiendo como para que usted se ponga a tocar el violín en la calle como mendigo?!
– ¿Acaso no conoce usted la historia del Titanic? ¿Acaso no vio la película con el Di Caprio?
– Sí, si vi la película; pero, todavía no entiendo lo que se trae.
– ¿Acaso no vio en la película que, mientras el barco se hundía, los músicos seguían tocando sus melodías?
– Ah, ¿o sea que usted quiere hacer lo mismo? ¿Tocar y tocar mientras el barco se hunde aunque nadie le pare zona?
– ¡Exactamente, compadre! Aunque en este barco que se hunde no haya un Di Caprio, sino puro capriones.
– Sí me acuerdo de esa película; un barco al que le hundió un iceberg.
– ¡Ningún iceberg, compadre! No difame a los pobres témpanos de hielo que están ahí paraditos nomás sin hacerle daño a nadie. Ellos que culpa tienen que el chofer del barco haya sido camarón.
– Ah, entonces, ¿el culpable de que se haya hundido el Titanic fue de su capitán? ¿Eso quiere decir?
– Bueno, no exactamente. En realidad, quien tuvo la culpa del naufragio aquel fue el Di Caprio.
– ¡Ele! ¡Que’s pues! ¡Ahora sí que ya me habló tonteras! ¡Cómo va a tener la culpa el pobre Di Caprio de que se hunda el Titanic! ¡Sí haste él mismo quedó como helado de Salcedo!
– Pues, le reafirmo, compadre: Di Caprio fue quien hundió el Titánic.
– ¡Vaya pues! ¡¿Y por qué razón, motivo o circunstancia iba el Di Caprio a hundir el barco?!
– Pues, por la sencilla razón de que a esa película le dieron como siete óscares, pero a él no le tocó ninguno.
– ¡¿Está usted tratando de decir que Di Caprio hundió el Titanic porque no le dieron ningún oscar?
– Así es, compadrito.
– Oiga compadre, ¿y a este país quién lo está hundiendo?… ¡No me diga que el Di Caprio!
– No, compadre; a este país lo está hundiendo el Di Lassio.
– Y a la vez el también se hunde… ¿Verdad?
– Tiene toda la boca llena de razón, compadre. No es para menos.
– Y a esta provincia, ¿quién la está hundiendo? Por aquí no tenemos ningún Di Caprio.
– A esta provincia la está hundiendo el Di la Gobernación.
– ¡Otro que también se hunde!
– Eso es verdad; se hunde en sus propios megaoperativos y en el desalojo de la Té Zulay.
– Y a nuestro querido Puyo… ¿quién lo está hundiendo?
– A nuestro querido Puyo lo ha hundido la ineptitud del Di la Municipalidad y su equipo de anacletos.
– Es verdad, compadre. ¡Toda la ciudad está hecha un desastre! Y durante el desfile se evidenció el mal estado de las calles, con sus adoquines que ya están lisos. Cosa que las chicas que desfilaron corrían el peligro de irse patinando contra el piso.
– Mientras el Oz anda con un parchecito por aquí y otro parchecito por allá. ¡Puyo está puro parches y ninguna obra de verdad!
– Mejor debería haberse hecho enfermero en lugar de alcalde, para que se dedique a parchar a tanto herido que hay en estos día.
– Así es, compadre; porque nuestra sociedad también se esta hundiendo en la inseguridad y la violencia; hemos perdido la tranquilidad de antaño.
– Sí, compadrito; antes nuestro Puyo era conocido por su tranquilidad, porque no existía delincuencia… Bueno, aparte de uno que otro politiquero mañoso.
– ¡Y, para colmo de todos los males, hasta el puente del río Pindo se hundió! Ojalá hagan un buen trabajo los mopets.
– ¡¿Los mopets?! ¡¿Cuáles mopets?!
– Pues los del MOP.
– Tiene razón, compadre. ¡Todo se está hundiendo! Mejor voy a buscar mi guitarra para acompañarle en su música hasta que todo termine de hundirse.