– Oiga compadre Indiscreto. ¿Sabía que los Estados Unidos han invadido más de sesenta países?
– ¡Vaya compadrito Ulbio! ¿Y de dónde saca usted esa información?
– Lo leí anoche en la Wikipedia.
– ¡Me admira compadre! Le felicito que utilice el internet para educarse y no solo para el chisme como hace la mayoría.
– Oiga; pero… ¡¿Y si un día quieren invadir nuestro país?! ¡¿Qué hacemos?!
– Pues, en primer lugar tenemos que contratar a gente que tenga experiencia en invasiones… Por ejemplo a los moradores de la Tarqui.
– ¡¿A los moradores de la Tarquiii?!
– ¡Claro pues compadre! No ve que ellos viven en constante peligro de ser invadidos, por eso han aprendido a organizarse y delimitar bien sus terrenos… Pero últimamente ha salido una nueva denuncia por parte de una familia.
– ¿Y qué dicen las autoridades?
– Pues, como estamos con nuevo intendente, parece que el hombre aún está un poco desorientado; ha dicho: “¡Calma, calma; que no panda el cúnico! Primero hay que estudiar bien de la situación antes de dar un mal paso”.
– Entonces habrá qué esperar.
– ¡Claro! Pero si se tratara de las invasiones a la Té Zulay… ¡Futa, ahí sí saben enseguidita hacer caso! ¡Sin estudios ni nada y dando nomás malos pasos!
– ¡Chuta! Pero los moradores de la Tarqui ya han de estar perdiendo la paciencia, pues.
– Así es compadre; por eso dizque se están organizando para no permitir que les invadan nomás como la vez anterior.
– Sí me acuerdo de eso, compadre. Hace dos años no hubo autoridad que les ayude a los moradores de Tarqui y les mandaron sacando nomás de sus terrenos.
– Pero esta vez van a presentar la denuncia en la gober, intendencia, jefatura; en todos lados. Y si no hace caso ¡Ya verán!
– Ojalá se solucione pronto el asunto.
– Pero el asunto no queda ahí; pues resulta que ahora los del Instituto de Patrimonio Cultural, cansados de su aburrimiento, se han puesto a eliminar resoluciones y crear otra que beneficia a los asentados allí, pero perjudica a propietarios privados.
– ¿Y qué tiene que ver el Instituto de Patrimonio Cultural?
– Porque en esos terrenos hay las famosas tolas.
– ¡Ah claro! Y dicen que esas tolas son enterramientos antiguos… ¡Que hasta puede haber momias ahí!
– En ese caso deberían declarar patrimonio cultural al mismo Instituto de Patrimonio Cultural; porque ahí también hay unas cuantas momias dirigiéndolo.
– ¡Uy qué miedo! Entonces mejor ni meterse con ellos.
– El caso es que como todo se dirige burocráticamente, a los propietarios privados no les permiten fragmentar; pero a los que se han asentado posteriormente ¡hasta calles les permiten hacer!
– ¡Qué barbaridad!
– Así que están pidiendo reunión con el alcalde de Mera; porque esto lo ha dejado haciendo el anterior alcalde en chiquis nomás con los de Patrimonio Cultural.
– ¡¿Así que ahora les están invadiendo las momias?!!!
– Así parece, compadre. Por eso está bien que la gente se organice y haya hecho hasta una minga. Pero en lo que no estoy de acuerdo es en que indiscriminadamente se tumben los arbolitos.
– ¿Por qué tendremos esa costumbre de siempre andar tumbando los árboles? ¡Ya estamos dejando pelada nuestra Amazonía!
– Así es compadre, tiene usted toda la boca llena de razón; parece que nos estorban los árboles. ¡Arbol que vemos hay que derribarlo! Como si fuera un soldado enemigo.
– Pero si el árbol es nuestro amigo, es fuente de vida.
– Así es compadrito; cuando acabemos con todos los árboles habremos acabado también con la humanidad. Pero la gente no entiende, a pesar de tantas desgracias que la deforestación provoca… ¡Vea! ¡Hasta el clima se está poniendo insoportable!
– Sí compadre; solo cuando sea demasiado tarde nos hemos de dar cuenta y hemos de estar arrepentidos.