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Vuelven los IDos pródigos e infieles

por Andres Ortega

“Olga se llamó la ingrata que en mi vida alléeeeeee”

– ¡Que´s pues, compadre Ulbio! ¡¿Usted cantando?! ¡¿Cómo así, ah?!

– Pues a mi también me gusta cantar, compadre Indiscreto, para que vea, y como me vendieron esta guitarra baratita…

– Pues, eso está muy bien compadre, le felicito; la música alimenta el alma.

– Sí, pero no me salen muy bien los acordes; ¿puede usted guiarme?

– ¡Pues claro, compadre! ¡Con mucho gusto!… Pero primero tenemos que actualizar esa canción que está tocando.

– ¡¿Actualizar?! ¡¿Co… como?!

– Es que la letrita como que ya no encaja en estos días; a ver, a ver… ¿Cómo dice?

– “Olga se llamó la ingrata…”

– A ver, párele; en vez de “Olga se llamó la ingrata” vamos a decir “AP se llamó la ingrata”.

– ¡Pero, compadre! ¡¿Por qué vamos a decir “AP” en lugar de “Olguita”.

– ¡Que no ve que estamos actualizando la letra, compadrito! A ver, ¿qué dice en este verso?

– Dice: “y encontré un cariño, un dulce cariño que se llamá Aydée”.

– Pues bien, aquí solo vamos a cambiar la ortografía pero va a sonar igualito; vamos a decir: “y encontré un cariño, un dulce cariño que se llama ID”.

– ¡Pero cómo, compadre! ¡¿Porque decimos “AP” o “ID”?! ¡Usted siempre sale con sus cosas!

– Que no ve que a la otrora alicaída ID están regresando aquellos hijos pródigos que un día la abandonaron, despreciándola… Y de lo que eran naranjas se volvieron limones.

– Ah, ya entiendo; o sea que ahora volvieron de pronto a encontrar cariño en su ID.

– Así es compadre; lo que pasa es que estos amigos políticos son como el esposo infiel, que vio pasar una hembrota y cómo ésta le guiña el ojo enseguida se fue tras ella abandonando a su abnegada esposa que con cariño y sin pedir nada a cambio lo daba todo por él.

– Claro, es que en la política también hay mucha infidelidad… Pero… ¿Por qué ahora regresan?

– Es lógico compadre; pues resulta que, como la “hembrota” está consciente del poder de sus encantos, es una coquetona del demonio y no se conforma solo con uno, pues al pobre le tiene a mal andar hasta que definitivamente le bota…

– ¡Ah! Entonces ahí sí regresa arrepentido a pedirle perdón a su mujer.

– ¡Exacto, compadre! Así mismo estos políticos infieles vieron pasar un mejor partido que les guiñó el ojo y se fueron corriendo, despreciando al partido que antes llamaban “de mis amores”… Solo los militantes más fieles, los que realmente amaban ese partido, se quedaron para sostenerlo a pesar de los malos tiempos.

– Y se fueron con el partido que estaba de moda.

– Pero, como ese mejor partido resultó efímero, ahora vuelven en busca de refugio en su antiguo partido, prometiendo hacerle resurgir de las cenizas cual ave fénix.

– Bueno, pero por lo menos que ayuden a levantar de nuevo ese tradicional movimiento político.

– Claro; pero lo malo es que quieran hacerlo difamando a los fieles que se quedaron a sostener el partido cuando éste se derrumbaba, en lugar de tratarles con respeto y homenajearles por su lealtad y valentía.

– ¡Cómo siempre, pues compadre! ¡Puro oportunismo! Pero, así como usted dice, cuando vuelva a pasar otra “hembrota” otra vez han de ir botando el partido.

– Así es compadre; porque la infidelidad es como el alcoholismo, a lo mucho se la podrá contener un tiempo pero nunca se la podrá curar definitivamente y vendrán sus recaídas.

– Tiene toda la boca llena de razón compadre; por eso estamos como estamos, con esta clase política infiel; deberíamos mandarles donde el Estado Islámico, porque ya sabemos lo que ellos les hacen a los infieles.

– Buen… ¡¿Y ahora?! ¡¿Qué será de hacer?!

– Pues, como nosotros sí somos fieles…

– ¡¿Fiel usted?!

– Fieles a nuestras tradiciones, digo, por eso mejor vayamos a pegarnos nuestro consabido y tradicional volquetero, al cual nunca traicionaremos; dejemos la pizza y las salchipapas para los infieles.

– Pues, vamos compadre, pa’l Obrero… Pero cantando:

“Y encontré un cariño, un dulce cariño que se llama ID”

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