“Olga se llamó la ingrata que en mi vida alléeeeeee”
– ¡Que´s pues, compadre Ulbio! ¡¿Usted cantando?! ¡¿Cómo así, ah?!
– Pues a mi también me gusta cantar, compadre Indiscreto, para que vea, y como me vendieron esta guitarra baratita…
– Pues, eso está muy bien compadre, le felicito; la música alimenta el alma.
– Sí, pero no me salen muy bien los acordes; ¿puede usted guiarme?
– ¡Pues claro, compadre! ¡Con mucho gusto!… Pero primero tenemos que actualizar esa canción que está tocando.
– ¡¿Actualizar?! ¡¿Co… como?!
– Es que la letrita como que ya no encaja en estos días; a ver, a ver… ¿Cómo dice?
– “Olga se llamó la ingrata…”
– A ver, párele; en vez de “Olga se llamó la ingrata” vamos a decir “AP se llamó la ingrata”.
– ¡Pero, compadre! ¡¿Por qué vamos a decir “AP” en lugar de “Olguita”.
– ¡Que no ve que estamos actualizando la letra, compadrito! A ver, ¿qué dice en este verso?
– Dice: “y encontré un cariño, un dulce cariño que se llamá Aydée”.
– Pues bien, aquí solo vamos a cambiar la ortografía pero va a sonar igualito; vamos a decir: “y encontré un cariño, un dulce cariño que se llama ID”.
– ¡Pero cómo, compadre! ¡¿Porque decimos “AP” o “ID”?! ¡Usted siempre sale con sus cosas!
– Que no ve que a la otrora alicaída ID están regresando aquellos hijos pródigos que un día la abandonaron, despreciándola… Y de lo que eran naranjas se volvieron limones.
– Ah, ya entiendo; o sea que ahora volvieron de pronto a encontrar cariño en su ID.
– Así es compadre; lo que pasa es que estos amigos políticos son como el esposo infiel, que vio pasar una hembrota y cómo ésta le guiña el ojo enseguida se fue tras ella abandonando a su abnegada esposa que con cariño y sin pedir nada a cambio lo daba todo por él.
– Claro, es que en la política también hay mucha infidelidad… Pero… ¿Por qué ahora regresan?
– Es lógico compadre; pues resulta que, como la “hembrota” está consciente del poder de sus encantos, es una coquetona del demonio y no se conforma solo con uno, pues al pobre le tiene a mal andar hasta que definitivamente le bota…
– ¡Ah! Entonces ahí sí regresa arrepentido a pedirle perdón a su mujer.
– ¡Exacto, compadre! Así mismo estos políticos infieles vieron pasar un mejor partido que les guiñó el ojo y se fueron corriendo, despreciando al partido que antes llamaban “de mis amores”… Solo los militantes más fieles, los que realmente amaban ese partido, se quedaron para sostenerlo a pesar de los malos tiempos.
– Y se fueron con el partido que estaba de moda.
– Pero, como ese mejor partido resultó efímero, ahora vuelven en busca de refugio en su antiguo partido, prometiendo hacerle resurgir de las cenizas cual ave fénix.
– Bueno, pero por lo menos que ayuden a levantar de nuevo ese tradicional movimiento político.
– Claro; pero lo malo es que quieran hacerlo difamando a los fieles que se quedaron a sostener el partido cuando éste se derrumbaba, en lugar de tratarles con respeto y homenajearles por su lealtad y valentía.
– ¡Cómo siempre, pues compadre! ¡Puro oportunismo! Pero, así como usted dice, cuando vuelva a pasar otra “hembrota” otra vez han de ir botando el partido.
– Así es compadre; porque la infidelidad es como el alcoholismo, a lo mucho se la podrá contener un tiempo pero nunca se la podrá curar definitivamente y vendrán sus recaídas.
– Tiene toda la boca llena de razón compadre; por eso estamos como estamos, con esta clase política infiel; deberíamos mandarles donde el Estado Islámico, porque ya sabemos lo que ellos les hacen a los infieles.
– Buen… ¡¿Y ahora?! ¡¿Qué será de hacer?!
– Pues, como nosotros sí somos fieles…
– ¡¿Fiel usted?!
– Fieles a nuestras tradiciones, digo, por eso mejor vayamos a pegarnos nuestro consabido y tradicional volquetero, al cual nunca traicionaremos; dejemos la pizza y las salchipapas para los infieles.
– Pues, vamos compadre, pa’l Obrero… Pero cantando:
“Y encontré un cariño, un dulce cariño que se llama ID”