– “Al preso número nueve ya lo van a condenar, está rezando en la celda con el cura del penaaal…”
– ¿Qué hace, compadre Indiscreto? ¿Preparando una serenata?
– Más bien preparando un show a beneficio del Toño Vargas, compadre Ulbio.
– ¡Ele que’s pues! ¡¿Y ahora qué le pasó a don Toño?!
– Pues, que lo metieron al bote sin más ni más; y ahora está encerrado en una cárcel.
– ¿Y por qué está en la cárcel?
– ¡Pues, porque no le dejan salir! ¡Por qué más ha de ser, compadre! Usted sí que pregunta tonteras.
– Me refiero a qué es lo que hizo; por qué motivo le encerraron en la cárcel.
– Unos dicen que ha traficado tierras y otros que es un perseguido político. Pero lo más importante es que no hay cosa más triste que perder la libertad.
– Así es, compadrito; el pobre debe estar muy triste ahí encerrado.
– Y peor aún cuando se es novato y nunca antes se ha pisado una prisión. Imagínese nomás al pobre llegando ahí con sus cositas…
– Y como es nuevo los otros presos le han de hacer la vida imposible.
– Figúrese nomás que se ha quejado con el guardia diciéndole: “Oiga jefe, anteayer dejé mi cepillo de dientes en la cama y me lo robaron. Ayer dejé mi peine en la cama, y otra vez me lo robaron; y hoy resulta que dejo mis calcetas, y también me las robaron, ¿Sabe de lo que sospecho?”
– ¿De qué?
– “Pues empiezo a sospechar que aquí en la cárcel hay ladrones”.
– ¡Pues claro que ha de haber ladrones! Si es una cárcel pues.
– Sí; pero la cárcel es para los ladrones de poca monta; porque los que roban por millones son intocables o se van de vacaciones a Miami hasta que todo se olvide.
– ¿Pero… ya se conseguiría un buen abogado?
– Eso de ley. Figúrese que le ha dicho a su abogado: “Quiero que asuma mi defensa”. Entonces el abogado le pregunta: “¿Y de qué se le acusa?”. A lo que responde: “De tráfico de tierras en la hacienda Te Zulay”.
– ¿Y qué le ha dicho el abogado?
– Entonces el abogado le ha preguntado: “¿Y cómo piensa pagar mis honorarios?”. A lo que el Toño ha respondido: “Bueno, verá, sabe que dinero ahurita no tengo; pero le puedo dar un terrenito en la Té Zulay”.
– ¿Habrá siquiera esperanzas de que lo suelten?
– El abogado le ha dicho: “¡He estudiado su caso y ya encontré la manera para que usted salga de acá!”
– ¿De verdad? ¿y cuál es?
– ¡Una lima!
– ¡Chuta, compadre! ¡Eso quiere decir que está jodida la cosa!
– Así es, compadrito. Mire nomás las paradojas que tiene la vida: el gran líder de las luchas en el movimiento indígena, ex presidente dela Conaie que botó a Mahuad de la presidencia, ahora le llegó su hora y lo botan a él pero al bote.
– Y eso que él es visto como un angelito por las nacionalidades de Pastaza; gran curaca del pueblo Kichwa, líder histórico…
– ¡Claro! Y ahora condenan la acción como una retaliación política contra los dirigentes a pocos días del gran congreso de la Conaie.
– ¡Chuta! ¡Capaz que hay un levantamiento indígena! ¡Y ahí siii… sálvense quién pueda!
– Dios nos libre, compadrito; mejor ni diga esas cosas; ya suficiente tenemos con todo lo que estamos viviendo…
– Y hay tantas historias tristes de las personas que han terminado en una prisión.
– Pues, le contaré la historia de un señor preso en la cárcel en la cual, todo lo que entraba y salía de ella era minuciosamente registrado. Un día la esposa del preso le mandó una carta a su marido en la cual decía:
«Mi amor, necesito que me digas en qué momento debo escarbar la huerta para sembrar papas.» Contesta el marido:
«No vayas a escarbar nada querida porque en la huerta están enterradas todas las armas que escondí.»
Luego de tres días el preso le vuelve a escribir una carta a su esposa:
«Querida, supongo que la policía ya fue a la casa a buscar las armas, y escarbó todo el patio; ahora ya puedes sembrar las papas.»
– Jajaja… Eso ha de haber pasado en un terreno de la Té Zulay mismo…