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Y el hombre se volvió invisible… menos sus obras

por Andres Ortega

– Oiga compadre Indiscreto; usted que es todo un personaje radiante en sabiduría, cuya inteligencia se le notan en las canas que lleva en la cabeza y que como bien dicen el diablo sabe más por viejo que por diablo…

– ¡Ya, ya! ¡Ya está bueno de lisonjerías baratas, compadre Ulbio!… ¡Y encima insinúa que estoy viejo!… ¡Y peor aún: me compara con el diablo!

– Bueno, bueno… No se esponje, compadre… Chuta, usted se ha sabido enojar peor que el doctor Chapatín cuando le dicen viejo.

– Pues, no me venga con esas cosas; que yo mi traje de Adán aún lo tengo planchado. Y mi corta existencia aún no cruza el Umbral del medio siglo.

– Pero no se ofenda, compadrito; que los dos somos casi de la misma edad; lo malo que a mí ya se me está cayendo el pelo… ¿Sabe usted qué es bueno para la caída del pelo?

– La resina.

– ¡¿La resina?!

– La resinación, pues compadre, jajaja.

– Eso les hace falta a aquellos personajes que no se conforman con nada; que un día asoman apoyando a un candidato o aparecen cogidos de la mano de la nueva autoridad como incondicionales y luego…

– ¿Y luego qué?

– Luego terminan pasándose a la oposición declarándose contreras y exigiendo que se vaya.

– Ya ve, compadre; es que a cierta edad no solo se cae el pelo sino también la careta; y para eso no hay resina que le pare.

– ¿No ve lo que pasa con el alcalde Oz? Unitos que decían que “éste es el hombre”, “como éste no hay nadie más”… ¡Ele! ¡Ahura asoman de grandes opositores gritando que se vaya!

– Es que la política es como el amor… ¡¿No ve?! Su señora se casó con usted creyendo que como usted no había nadie más… ¡¿Y ahora?! A cada rato le manda sacando de la casa.

– Chuta, eso si es cierto…

– Así nomás son las cosas, compadre; usted no solo está perdiendo pelo, sino que también se está volviendo invisible.

– ¡¿Invisible?! ¡¿Y por qué dice que estoy invisible?!

– Porque su mujer ya no le puede ni ver. Lo mismo le pasa a don Ney, que fue parte del movimiento que llevo al poder al Oz diciendo que era la maravilla del siglo; y ahora ya no le puede ni ver.

– ¿O sea que el alcalde también se volvió invisible?

– Así es, compadre; pero fuera bueno que las que se hicieran invisibles sean esas obras de mal gusto que pululan ahora en Puyo y que han venido a afear nuestra ciudad. Por eso don Ney ya cuenta con su propio colectivo.

– ¡¿Ya tiene un colectivo de transporte urbano?!

– Bueno fuera que su colectivo sea de transporte urbano, porque así llevaría más gente que los cuatro pelagatos que le acompañan en su lucha.

– Y hasta la vicealcaldesa, que también era incondicional y lo defendía contra todo… ¡Ele! Ahura dizque es parte de los concejales de minoría que salen a decir a los cuatro vientos que las obras no sirven, que son feas y dan mal aspecto a la ciudad…

– Ahhh… El mal reparto dio al odio parto, decía mi abuelo; y la palabra de mi abuelo era como el evangelio…

– ¿Y qué pasó con su abuelo?

– Pasó que, cuando mi abuelo empezó a envejecer, el médico le dijo que debía caminar cinco kilómetros diarios.

– ¿En serio? ¿Y ahora dónde está su abuelo?

– No sabemos… Pues figúrese que como eso fue hace más de sesenta años, ahora mi abuelo debe andar bien lejos.

– A lo mejor su abuelo se fue porque ya no soportaba a su familia de indiscretos, jijiji.

– Bueno, pero lo que sí sabemos es que mientras los concejales gritan en las calles por las obras mal hechas; el gran jefe, como todo un príncipe, aparece en el trono de la presidencia de la AME Regional.

– Jajaja… Y ahora desde su trono les debe estar sacando la lengua a sus plebeyos, mirándoles desde arriba y diciéndoles: “¿Cómo les quedó el ojo, mijines?”

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