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Periodismo y estoicismo

por Andres Ortega

La corriente filosófica del estoicismo encaja perfectamente con el oficio del periodismo, por lo que, vale la pena recordar algunos ejercicios, para llevarlos a la práctica.

Autor: Lic. Gustavo Tuston

En estos días vi una invitación de mis amigos de Nueva Acrópolis a las conferencias sobre algunos temas introductorios a la filosofía, por lo que, me puse a pensar en que el conocimiento de la filosofía es perfectamente aplicable en la vida práctica y también en los oficios y profesiones.

Recordé algunos preceptos del estoicismo que encajan extraordinariamente bien con el periodismo, por lo que, valen la pena ser revisados.

Es así que le pedí apoyo a mi buen amigo Adrián Ramos, un estudioso que conoce mucho más al respecto, para que me instruya de tal modo que pueda explicar la esencia del tema en referencia.

Así, podemos decir que el estoicismo, ante todo, es una filosofía de vida. Esto quiere decir que no sólo se trata de una corriente de pensamiento intelectual, sino, un esfuerzo de llevar ese pensamiento a la práctica.

El estoicismo aparece en Atenas de la mano de su primer fundador, Zenón de Citio y su primera etapa se desarrolla alrededor del año 300 A.C.

Es necesario comprender que para el estoico existen únicamente dos cosas que pueden pasar en la vida: aquellas que dependen de uno, y aquellas que no. 

Las cosas que no dependen uno, son las que se originan fuera de uno mismo, por ejemplo: el clima, el apellido, los antepasados, el país donde uno nace, la reacción de los demás frente a las circunstancias, entre muchas otras.

Las cosas que dependen de uno, se originan dentro de cada ser, por lo tanto, si lo podemos controlar, por ejemplo: los movimientos, los impulsos, las emociones, los sentimientos, los pensamientos, las palabras, la organización del propio tiempo, la idea que me hago de las circunstancias o personas, la reacción frente a calumnias o insultos proferidos por otros hacia mí, etc. Esto es el estoicismo en esencia.

Del periodismo diremos que es un oficio, que le otorga un gran poder a quien lo ejerce, en su palabra, mensaje e interpretación de los hechos. Ese poder de transmitir mensajes se convierte en algo mayor que es el poder de influir en las masas. Tales poderes requieren un notable grado de responsabilidad, templanza y equilibrio, para evitar caer en sesgos cognitivos y ego centrismos.

La función del periodismo es ante todo servicio, servicio dirigido a la ciudadanía, siempre hay que recordarlo. Sería un despropósito pretender abusar de ese poder o engreírse por tenerlo. Eso revelaría inmadurez y debilidad de carácter.

Quizás más que en otras profesiones y sobre todo en ciudades pequeñas, es difícil sobrellevar una tarea informativa verdaderamente independiente, cuando el financiamiento proviene preponderantemente de quienes ostentan el poder político. Es fácil ir por el sendero de la adulación (venderse al mejor postor) o la extorsión (ponerle precio al silencio).

Hacer buen periodismo y vivir de aquello se ha transformado en un reto y cualquiera se ve tentado a usar el poder que otorga el oficio.

En muchas ocasiones, uno se ve golpeado por las dificultades y en el camino desmaya, pero es ahí cuando sale el estoicismo al rescate, para recordarnos que uno tiene tres opciones para la toma de decisiones: Experiencia, conveniencia y trascendencia.

Si eliges trascendencia elegiste el camino difícil. El de los obstáculos y la incomprensión, el camino es espinoso, pero el correcto, siendo consciente que justamente, son los obstáculos los que les dan sentido a los propósitos.

A quienes ejercen el noble oficio, comparto cuatro ejercicios del estoicismo que se puede aplicar en el periodismo:

1. Hablar únicamente de lo que conocemos, y reconocer con total humildad aquello que se desconoce.

2. Evitar reaccionar impulsivamente ante un hecho. Pensar antes de actuar.

3. Evitar conversaciones que lleven a la crítica sin argumentos y al insulto.

4. Mostrar indiferencia a los elogios.

Así descubriremos la utilidad de la Filosofía y su aplicabilidad en lo cotidiano, ya que es un rescate de los planteamientos válidos y permanentes de culturas y civilizaciones antiguas, que contribuyen a convertir al ser humano en dueño de su propia vida y constructor de su destino.

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