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TURISMO EMOCIONAL

por Andres Ortega

Por Guido Calderón

Viajar ya no es un lujo, es una necesidad vital para nuestra salud física, emocional y espiritual. En todo viaje aprendemos algo y nuevas ideas nos transforman, nos hace mejores cuando tenemos la mente abierta para lo diferente o desconocido.

Nuestro país es tan diverso geográfica y culturalmente que, de la Costa a la Amazonía las formas de vivir son tan disímiles que hay mucho espacio para asombrarnos, siempre que dejemos nuestros viejos hábitos en casa y estemos dispuestos a absorber lo novedoso y querer entender y aprender de aquellos que son diferentes. El uso del lenguaje determina como vemos al mundo y a la vida. Un mismo idioma con diversos dialectos ya supone a una gran distancia y hablar lenguas diferentes -tenemos 15-  implica conceptos muy disparejos en una misma frase o palabra.

Si a este normal distanciamiento idiomático, sumamos un ecosistema comunicacional con redes sociales que exacerban las emociones negativas:  la crítica, queja, el insulto; resulta en muchos viajeros que en vez de deleitarse con nuestros contrastes; al llegar a un hotel o restaurante; están más dispuestos buscar fallas y saturar de demoledoras críticas sus espacios virtuales.

Hay mucho turista interno intolerante, gente que es secuestrada por sus emociones, no razona y crean conflictos solo para llamar la atención. Personas sin empatía: ponerse en los zapatos del otro; y buscan excusas para quejarse, gritar, exigir descuentos o incluso no pagar, por algún desafortunado error de un camarero.

Al estar todo el tiempo con turistas ecuatorianos, puedo señalar al guayaquileño, como el mejor turista del Ecuador. Algo bullicioso quizá, pero busca vivir y disfrutar el momento, descomplicado, curioso, no regatea y fácil para entonar una carcajada. Da gusto recibirlos. Los cuencanos en cambio, son los más cultos y corteses. Así algo esté mal, lo toleran con paciencia budista. Siempre sonríen y agradecen aun si el servicio ha tenido muchas fallas. Es un honor servirles. Los peores turistas del Ecuador son los burócratas de nivel medio y alto, especialmente los recién nombrados. Actúan con desprecio y prepotencia. La capital es la mayor proveedora de pésimos turistas. Siempre hay excepciones.

El analfabetismo emocional es una plaga en Sudamérica, la vía rápida a todo tipo de pobreza y alimenta un caos que crece. Sin control de nuestras emociones, domina nuestra mente reptiliana: a la más leve provocación atacamos o huimos, no dejamos espacio para el encuentro, el consenso ni el acuerdo. La neurociencia actual nos da las técnicas para reducir las emociones negativas y potenciar las positivas, guiándonos a la libertad financiera, a resolver efectivamente los problemas diarios, soportar o superar situaciones como enfermedades, despidos o quiebras económicas y alcanzar un bienestar general como individuos, familias y sociedades. Es decisión personal mantenerse en la indigencia emocional, estamos a un clic de superarla

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