– Buenos días, compadre Ulbio. ¡¿Y ahora qué hace?! ¿Acaso se las da de carpintero o qué?
– Nada de eso, compadre Indiscreto. Aquí nomás arreglando la cerca para que no entren los ladrones.
– Claro, como ya mismo empieza la campaña han de asomar bastantes ladrones.
– Bueno, eso, y la delincuencia que ya se ha vuelto algo habitual en nuestra otrora pacífica tierra. Porque ahora está de moda eso de que los dueños de lo ajeno entran nomás como si fueran dueños de casa.
– ¡Pero compadre! ¡Con tremendo perro que tiene y preocupado por los ladrones! Si con solo verle la cara uno dice: “¡Uy! Ni cómo entrar a ver a la comadre”, digo, a pedir algún favor.
– ¡Uuuu, compadre! Si ese perro solo es bulto nomás, no hace nada, me salió del todo mudo, no ladra ni para decir que tiene hambre, jeje.
– Entonces ha sido igualito a usted, así de perezoso. Bien dicen que las cosas se parecen a su dueño.
– ¡Oiga, compadre! ¡Si yo no ladro!
– Por eso mismo, igual que el perro. Entonces, si no ladra, capaz que es gato; solo está para hacer miau… como algunos políticos.
– Mi pobre perrito, podrá ser medio mudito pero es honrado y no le hace mal a nadie.
– Entonces no sirve para candidato…
– ¡Ele! ¡Y cómo va a ser candidato un perro! ¡¿Acaso ahora nos van a gobernar los animales o qué?!
– ¡Uuuu! Si para eso hay toda una fauna: perros, burros, serpientes, lobos disfrazados de borregos y así…
– Sí; pero yo jamás dejaría que mi perro se meta a la política; no quiero que se me corrompa.
– Bueno, compadre, y hablando de políticos que hacen miau, le cuento que su perro se parece a ciertas autoridades que, para que le cuento, ¡del todo mudos mismo!
– ¡¿Mudos, como mi perro, dice?! ¡¿Y quiénes pues?!
– Ciertos directores gubernamentales que no abren la boca ni para meter la cuchara. Figúrese que les quieren entrevistar los periodistas y… ¡No quieren hablar! Que no pueden, que no tienen permiso, que no son los voceros… ¡Entonces! ¡¿Qué chicha son?!
– ¡¿Y entonces?! Si ellos no abren la boca, ¡¿cómo el pueblo se entera de lo que están haciendo?! Si es que están haciendo algo y no nada más están de pipones, desde luego.
– No nos vayamos muy lejos, el de aquí a lado, en el MOP… ¡El director, del todo mudo! ¡No se le saca una palabra ni con cuchara!
– ¡¿Y si no habla?!… A lo mejor ladra o… hace miau… digo…
– Eso será de ver más adelante; pero ahora han nombrado un nuevo director del Mies que ¡¿quién también será?! ¡Ya quince días en el puesto y que no tiene nada que informar! Que hoy no, que mejor otro día será y así nomás…
– Bueno, digamos que por “nuevo” se le puede perdonar.
– Pero a quién no se le puede perdonar es al del Miduvi. ¡Ya lleva como dos años en el cargo y nunca da una entrevista! Ni una rueda de prensa, nunca informa nada. ¿Hará algo? ¿No hará nada? ¡Uno qué pude saber! Que yo creo que hasta ahora el gobierno no ha entregado ni una sola casa en la provincia…
– Y si lo ha hecho no lo ha dado a conocer, pues.
– Figúrese nomás que el otro día le dijimos al gobernador que, aunque sea, les obligue a que informen algo. Pero el mud… perdón, él también dijo: “ya, ya”… ¡Y hasta ahora! ¡Naranjas!
– Yo creo que a esos “mudos” hay que castigarles con ají para ver si por lo menos dicen “miau”, pero del dolor, jeje. Porque, si los ponen en el cargo, por algo ha de ser; no ha de ser para que hagan quedar mal al gobierno haciendo parecer como que no hace nada mismos, jeje.
– Es que no conocen la teoría del cacareo…
– ¡Ele! ¡¿Que’s pues?! ¡Ahora, aparte de ladrar y hacer miau… ¿también tienen que cacarear?!
– ¿Y entonces cómo sabe usted, compadre, que la gallina puso huevo? Sino cuando cacarea. Así mismo: ¡¿Cómo podemos saber si el gobierno ha hecho algo?! Si no hay quién diga ni pío sobre lo que está haciendo.
– Tiene toda la boca llena de razón, compadre, esa no me la sabía. Yo también, desde ahora, voy a cacarearle a mi mujer de todo lo que hago por ella, a ver si me valora.
– O, si no, le ladra.
– Cualquier cosa, menos hacer miau. Porque yo también, como mudo, trabajando en silencio, luchando solito, sufriendo callado… ¡¿Y ella?! Más alzada con uno, como si el negro fuera perro.
– ¡¿Ya ve compadre?! ¡Qué le digo! No vale ser del todo mudo, que, si el perro no ladra por lo menos que aúlle, jeje…