– ¡Venga pa’ cá, compadre Ulbio! A ver, cuente, ¿qué tal de feriado de Semana Santa?
– ¡Santísimo Cristo Redentor! ¡Cuánta blasfemia! ¡¿Quién le ha dicho, pues, que la Semana Santa es un feriado?! ¡¿Qué le pasa, compadre Indiscreto?!
– No se me esponje, no se me esponje. Pues, así dice todo mundo; feriado de Semana Santa. O, ¿qué es entonces? ¿Carnaval?
– ¡Perdónale Señor, porque no sabe lo que dice! ¡Qué feriado ni que ocho cuartos! La Semana Santa es el tiempo que tenemos los cristianos para reflexionar sobre la vida, pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Es un tiempo de recogimiento, de profunda devoción, un tiempo de arrepentirnos de nuestros pecados para alcanzar la salvación. ¡Pero qué va a saber usted si es un hereje! Por eso me sale con feriado. ¡Claro! A lo mejor se iría de paseo, a la playa, como han hecho otros cuantos herejes como usted.
– Bueno, bueno. Ya estuvo bien. No me sermonee; que, si fue o no fue feriado, ya pasó, ya volvimos a la normalidad.
– ¡Y sigue con feriado! Rudito me salió. ¡¿Qué no entiende la dimensión del acontecimiento?! Pero bueno, pasando de coles a nabos; ha sido un tiempo de paz, de tranquilidad. Gracias a Dios, no se ha registrado ninguna novedad en nuestra provincia.
– Gracias a Dios, y también gracias al coronel del ejército de la Brigada de Selva.
– ¡¿Y eso?! ¡¿Qué tiene que ver el comandante del ejército?! ¡No me venga con otra blasfemia! Que ahí sí que ni yo le perdono, peor Dios.
– No pues, al Cesar lo que es del Cesar. Hay que reconocer que la presencia de los militares en las calles nos ha hecho mucho bien. ¿No ve cómo nuestra provincia ya estaba cayendo en las redes de los sicarios y vacunadores? Los muertos a la cola eran el pan de cada día. Pero a tiempo salieron los milicos del cuartel y todo se pudo controlar.
– Bueno, visto de esa forma, digamos que sí, que fue acertada la decisión de sacar a los señores militares de sus cuarteles y que apoyen a la policía en su tarea de brindar seguridad.
– ¡No le digo, compadre! Si el comandante, mejor que el obispo, salió con su gente y dijo: “¡La paz sea con vosotros!” Y todo volvió a la calma; y lo dijo sin estola, sin mitra, sin báculo; pero se acabaron los sustos. Así, sin sotana, sin fulana, ni mengana vino la paz….
– ¡Ya párele, compadre! ¿Qué está tratando de insinuar? Y yo que ya le estaba creyendo.
– ¿No ve que, la cárcel, disque ha sido el centro de operación de estos malandros? Desde allí se tenía el control de la droga, el sicariato y las extorciones; desde allí se decidía quién tenía que matar y a quién tenían que matar. Pero, entró el ejército y se les acabó la fiesta. El coronel dice que los sacaron chirisiques a todos los presos, como Dios los trajo al mundo, y adentro se encontraron armas, municiones, objetos cortopunzantes, droga, dinero, celulares y más.
– Y ¿Cómo entraba todo eso? Si se supone que la seguridad es bien controlada.
– Esa es la gran incógnita, compadre. Todo era una mafia. ¡Sí los presos tenían el control de todo! ¡Hasta las llaves del centro! Que dizque salían, hacían sus fechorías y entraban cuando querían.
– ¡Capaz que ya ni volvían, mejor!
– Cómo no van a volver, si más bien allí se sentían seguros y protegidos; que hasta los internos han dado gracias por haber llegado los militares, porque ellos eran extorsionados de una forma espantosa. Pero todo se les acabó y esa es la razón de la aparente paz y tranquilidad que ahora sentimos; porque ahora están incomunicados ya no pueden manejar y dar órdenes desde adentro.
– Entonces, según usted, el verdadero héroe y salvador es el comandante y sus soldados
– Con decirle que hasta la prensa extranjera ha venido hasta la Brigada de Shell a mirar cómo fue la cosa; periodistas de grandes cadenas, de Francia, Alemania, Gran Bretaña y no sé de dónde más, llegan por la curiosidad y sobre todo por conocer a los iwias, los demonios de la selva, que incluso fueron prestados a otras provincias por su conocimiento, experticia y habilidad para el combate.
– Ay compadre, yo que pensaba que Dios ha escuchado nuestras oraciones y nos ha devuelto la paz.
– Bueno, eso sí, compadre; Dios ha escuchado sus oraciones, pero también gracias a Dios tenemos a nuestros soldados todavía en las calles. El problema será cuando ya no estén, pero eso será otro cuento, por lo pronto sigamos disfrutando de este tiempo de paz.
– Compadre, venga deme un abrazo de felices pascuas y que la paz sea también con nosotros.