La vida en el aire fue la pasión de nuestro personaje invitado. Henry Orellana cumplió más de 30 años en la aviación y actualmente es jubilado, sin embargo, hasta ahora vuela, pero a traer los productos que le encarga de la tienda su esposa, menciona entre risas. Su buen humor se mantiene intacto.
Fue parte de la primera promoción de pilotos graduados en la Escuela de Aviación Pastaza. Además, tiene el honor de ser el primer piloto en volar solo un avión en la Amazonía ecuatoriana. Recuerda bien esa experiencia: “Todo el pueblo de Shell se volcó a ver qué pasaba.” Fue algo novedoso nunca antes visto. “Además, había ambulancias, paramédicos, solo faltaba la carroza fúnebre” vuelve a sonreír al decirlo.
Para tener ese mérito primero tuvo que ser parte del debido proceso de formación por el lapso de un año, tiempo en el que se ganó la confianza de su instructor quien evaluó su capacidad y responsabilidad. También es uno de los primeros pilotos ecuatorianos que laboraron en una misión norteamericana como es “Alas de Socorro”.
Su afición por volar viene de cuna, su padre y madre (oriundos del Azuay pero asentados en Shell – Pastaza) trabajaron en compañías de aviación. Se trasladó en aviones desde muy pequeño e incluso se quedaba dormido en los viajes, todo lo cual, le sirvió de base para cuando decidió ser profesional en la materia.
Como carrera la empezó a los 21 años y se graduó cuando tenía 22, casado y con una pequeña hija. Desde entonces empezó a desarrollar una amplia trayectoria, triunfando en todos los niveles de capacitación. Es decir, primero fue piloto privado (Escuela de Pastaza), luego avanzó a piloto comercial (en la ciudad de Guayaquil). Y más adelante obtuvo la licencia de transporte de línea aérea, que es el grado máximo.
Ser profesional en la aviación requiere disciplina y tiene su parte de sacrificio por los horarios que eventualmente deba realizar. Cuenta que por 4 años trabajó en horario nocturno para la empresa DHL y pese a que dormía bien el día en un cuarto oscuro simulando la noche, al reloj biológico no se lo puede engañar y su cuerpo dejó de emanar un tipo de células que se regeneran solo en la noche, por lo que tuvo que cambiar de horario.
La aviación hay que respetarla porque volar por las alturas es una actividad sobre natural, señala. Resalta que cuando ocurre un accidente, jamás es falla mecánica, siempre es falla humana, porque es responsabilidad del ser humano dar el debido mantenimiento y reparación a la máquina, conclusión a la que llegó tras prolijas investigaciones de varios accidentes.
Al ser oriundo de la Amazonia, recibió la invitación para ser parte de la Escuela de Aviación de Pastaza, como administrador e instructor por seis años (desde el 2004 al 2010).
Tiene alumnos que aprendieron en la Escuela de Aviación Pastaza y hoy laboran en Norteamérica, China, y en otros países del mundo.
Considera que la aviación en Ecuador no ha recibido el respaldo y la valoración que le corresponde, este criterio lo sostiene debido a que muchos pueblos de la Amazonía tuvieron conectividad y crecieron gracias a esta actividad. Aquí, apenas un pueblo tiene carretera, enseguida destruyen las pistas de aterrizaje cuando todas las ciudades deberían tener la alternativa de la aviación por las múltiples ventajas que ofrece, principalmente la rapidez.
Hoy en día la aviación ha evolucionado de manera increíble que prácticamente podría ser prescindible la presencia humana ya que todo se hace por computadora. Empero considera que la profesión nunca morirá ya que siempre habrá la necesidad del trato humano con la tripulación. Su mensaje a la juventud que no se desanime y que si la aviación está en su corazón siga adelante que con esfuerzo y sacrificio logrará el éxito.