– ¡¿Qué pasa aquí?! ¡¿Qué sucede, compadre Indiscreto?! ¡¿Por qué hay tanto humo?! ¡Ya parece incendio! Los vecinos, preocupados, hasta ya llamaron a los bomberos.
– ¡No me interrumpa con sus impertinencias, compadre Ulbio! ¡¿Qué no ve que estoy haciendo el ritual de la danza de la lluvia?! A ver si llueve un poco, para por lo menos coger agua del cielo; ya que estamos mal tantos días sin agua potable.
– ¡¿Y para eso hace tanta humareda?! Que hace preocupar a uno por las santas alverjas.
– El humo es para bombardear a las nubes para que llueva más rápido. Y también tengo aquí la imagen de San Bartolomé, que dicen que es el patrono de la lluvia, por lo menos uno de los tres no me ha de fallar.
– ¡Pobre mi compadre! ¡Todavía creyendo en cuentos de hadas! Esas cosas hacían hace doscientos años; entonces los indios hacían esos rituales, y nuestros antepasados rezaban al santo creyendo que así iba a llover. ¡Pero ahora ya no pues! Estamos en pleno siglo veintiuno. ¡Ya modernícese compadre! Todos sabemos que las lluvias vienen por otros fenómenos… ¡Qué rezos ni que ocho cuartos!
– No me venga con sus incredulidades, compadre, que allí si vamos a tener serios problemas. Ya se parece usted a este alcalde, que por su culpa es que estamos fregados.
– Y, ¡¿qué tiene que ver el alcalde en todo esto?!
– Que, para mí, esto de que vino una avalancha y colapsó la planta de agua potable de Río Blanco, no es otra cosa que castigo divino, por andar tomando el santo nombre de Dios en vano.
– ¿Y por qué, compadre, atribuye que un fenómeno natural es castigo divino?
– Ya le digo pues compadre; por andar tomando el santo nombre de Dios en vano. Eso está prohibido por la Palabra Santa y es el tercer mandamiento de la ley de Dios. Tanto que mencionaron al Cristo Redentor de gana, fue solo hasta llegar al poder y nada que cumple con el monumento.
– ¡No pues compadre! Tampoco hay que irse al extremo. Solo es un tema de mala suerte, nada más.
– Usted no me entiende compadre. El problema radica en que nuestra querida autoridad siempre ha dicho que no cree en nada; no cree no en curas, ni en monjas, ni en misas, ni nada. Por eso no va nunca a misa y le llaman el alcalde hereje. Y luego por pura política, y por captar los votos, asoma con la promesa de construir un monumento gigantesco del Cristo Redentor. ¡¿Cómo no va a estar enojado nuestro Padre del cielo?!
– O sea que, según mi compadre, provocamos la ira de Dios; y la avalancha de lodo, palos y piedras sobre la planta de agua potable es uno de sus castigos, y que por culpa de Juan pagamos todos.
– ¡Exactamente compadre! ¿Ya ve que sí piensa cuando hace un esfuerzo? Figúrese usted, que la autoridad no asistió a la solemne misa de acción de gracias por los ciento veinticinco años de la Fundación de Puyo.
– ¡Ah! ¡Eso no lo sabía compadre!
– Siendo la primera autoridad cantonal, el anfitrión de la fiesta, el prioste mayor… ¡Brilló con su ausencia! Cosa que hasta unas viejitas más curuchupas que yo dijeron: “¡Eso no tiene perdón de Dios!”, y por eso estamos fregados.
– Chuta compadre, me parece que usted está hilando muy fino
– ¡¿Y usted?! ¿Qué está de defensor del alcalde o qué? ¿Tendrá agua siquiera? Si está igual de jodido que todos nosotros, sin gota de agua ni para lavarse los dientes. Los tanqueros que dizque distribuyen agua del río, van primero a dejar a los concejales, a los directores departamentales, funcionarios del municipio y acá llegan con un meado de gato que no alcanza ni para un buen diablo.
– Yo tengo agua; pero agua ardiente compadre. ¡Venga! Mejor le invito, para que se le quite ese mal humor; que ahorita, así como está, ni con agua bendita se le quita las iras, jejeje.
– Eso de que esté tan fresco en plena crisis me parece sospechoso, compadre. Algún amarre ha de tener con el burgomaestre y por eso lo defiende. Más parece los de comunicación, que publican diciendo: “Más de cien personas en la minga para recuperar la planta de Río Blanco” y sacan solo una foto del alcalde con su asesor, parados ahí sin hacer nada, jeje. ¡Y quiere los cien! Solo les interesa quedar bien con su jefe y nada más.
– Es que también han de tener sed, pues.
– Qué me late que el tanquero de agua va directo a su casa y por eso está así de fresco. Mientras que el pobre pueblo tiene que estar rezando para que San Pedro haga llover y coger agua del cielo.
– Por eso le digo compadre, deje de rezar venga que yo lo invito a una agüita de la que sabemos, jeje.
– ¡Vaya para allá! Hereje usted también…