Por: Guido Calderón
El Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, se ha sumado a las voces que piden a los gobiernos del mundo, medidas para salvar al turismo y evitar una caída del PIB Mundial del 2,8%, lo que significa cientos de millones de personas se queden sin medios de vida; pues no solo los empresarios se benefician de esta actividad, aunque sí son los más visibles; por lo que muchos gobiernos -incluido el nuestro- asumen esta crisis como un problema de gente con muchos recursos económicos que al quedarse sin ellos, ya los reemplazarán con otros.
En Ecuador millones de personas dependen directamente del turismo sin que sean hoteles, agencias o transportistas. Miles de paraderos en las carreteras brindan comidas elaboradas con productos de la zona, cultivados o criados por ellos y sus vecinos. Por ejemplo: en el “Kilómetro 26” hay decenas de puestos de frutas para llevar o servirse, no catalogados como servicios turísticos, donde filas de coches y buses paran y compran cada día.
Centenares de “huecas” de visita obligatoria en cada ciudad o vías dependen de los viajeros, como los biscochos de Cayambe o los “empolvados” de Manabí; muchos de ellos, parte de un patrimonio cultural que puede perderse. Áreas protegidas de todo el planeta están en riesgo porque sin ingresos económicos no pueden impedir la depredación de taladores, cazadores y pescadores ilegales.
Los políticos deben entender que el turismo es la piedra angular que impulsará la recuperación económica, el crecimiento del empleo; y que esta crisis es la oportunidad para rediseñar un nuevo modelo sustentado en digitalización, empresas familiares, ecología, sostenibilidad y una inclusión en las ayudas y beneficios que tienen otros sectores sociales y económicos, y ya no tratar al turismo empresarial, como vaca lechera para infinidad de impuestos que se evaporan en inútil burocracia.
La reconstrucción en otros países empezó con la regulación de Apps que rentan a viajeros casas destinadas a familias, devolviendo a los residentes la opción de vivir cerca de su lugar de trabajo; inclusive, algunos municipios han rentado edificios céntricos para repoblarlos con habitantes y no con visitantes, para devolver “vida” a las ciudades.
Aun con ayudas, que la Ministra de Turismo ha evitado gestionarlas, la ONU asume que el sector demorará 5 años en recuperarse. Además, la situación puede empeorar; debido a la sobreoferta de hoteles abiertos, se avecina una guerra de precios, que ya empezó en el Chocó Andino.
Si bien los organismos mundiales hablan de “salvar al turismo”, hay otra gran pandemia planetaria de aburrimiento. Millones transitan por la depresión y la ansiedad, dolencias que pueden eliminar en la población, su capacidad de sentir placer al viajar y mantenerlos encarcelados en el mundo virtual, rebosante de contenidos que destruyen la salud mental y física; siendo el turismo, el único antídoto para estas dolencias.