– Hola compadre Ulbio, ¿por qué está tan contento esta mañana?
– Cómo no voy a estar contento, compadre Indiscreto, si mi mujer me dijo que soy el mejor amante de todo el barrio.
– ¡Ay, compadre! ¡Ay, compadre! Debió haberle mandado a su mujer a la noche amarilla, para ver si por lo menos por los memes de las redes sociales se entera de lo que anda haciendo.
– ¡Pero compadre! ¡Si mi mujer es una santa!
– Puede ser compadre, pero que no le pase lo de don Nachito.
– ¿Y qué le pasó a don Nachito?
– Que cada mañana que salía a coger el bus para ir a trabajar pasaba un hombre en bicicleta que le gritaba: “¡Adiós cornudo!”
– ¡¿En serio?! ¡¿Y qué más pasó?!
– Pasa que él no entendía nada, y así pasaron 5, 6, 7 días y lo mismo…
– ¿Y…?
– Que don Nachito se lo contó a su esposa: “Oye, sabes que todos los días un hombre me dice: «Adiós Cornudo».
– ¿Y entonces…? ¿Qué pasó?
– Que al día siguiente, cuando salió a coger el bus, el mismo hombre de la bicicleta le gritó: “¡Encima de cornudo, chismoso!”
– Pero, compadre, hoy en día con eso de las redes sociales de todo se entera uno… ¡No ve ese chico de la noche amarilla!… El pobre dizque se ha quedado amarillo al percatarse que le estaban filmando.
– Sí, y como en su casa ya ha estado con tarjeta amarilla, pues resulta que su esposa le sacó de una la roja…
– Chuta, en estos días, con cámaras por todos lados ya no se puede hacer nada sin que todo mundo se entere.
– Por eso nos meten eso de la corrupción hasta en la sopa, nos hablan tanto y a cada momento de la corrupción.
– ¿Y con qué propósito?
– Con el propósito de que se nos haga callo y cuando veamos alguna filmación de un corrupto robando nos parezca la cosa más natural del mundo… Así todo aquel o aquella que quede al descubierto podrá sonreír porque le están filmando.
– Sonreír, sonreír… ¡Cómo se puede sonreír en la sinvergüencería!
– Los únicos que no pueden sonreír en estos días son nuestros pobres bachilleres, con esas feas pruebas que les ponen, dizque “Ser Bachiller”.
– ¡¿Bachiller?!… Debería ser “Va a chillar” mejor, compadre, porque muchos salen llorando de ahí.
– Tiene toda la boca llena de razón, compadrito; porque resulta absurdo que tantos años de educación que los sufren nuestros niños y jóvenes, se derrumben con una simple prueba.
– Pero… ¿No cree usted que esas pruebas sean necesarias?
– Sí el Estado brinda educación a nuestro pueblo, debe garantizar que esa educación sea de calidad y que cada ciudadano tenga un nivel cultural alto y no haya necesidad de andar examinando ni probando a nadie.
– ¿Y por qué inventarían eso de hacer esas pruebas? ¡Antes no era así!
– Lo que pasa es que estos últimos gobiernos lo que han buscado es favorecer a la gran empresa privada en todas las áreas, una de estas es la educación, convirtiendola en un negocio antes que un derecho.
– Pero… ¿cómo hicieron eso?
– Pues, como usted recordará, primero cerraron las universidades “pequeñas” asignándoles bajas calificaciones; de esta manera sobrevivieron solo las grandes universidades privadas, que en realidad son empresas educativas.
– ¿Y luego?
– Y luego imponen pruebas para echar fuera a gran cantidad de estudiantes del sistema público, ya sea asignándoles carreras que no les gusta o enviándoles a ciudades lejanas a donde pocos podrán viajar. De esta manera quienes carecen de recursos renuncian a seguir estudiando y quienes tienen un poco más de recursos se ven obligados a ingresar a universidades privadas.
– ¡Qué coraje, compadre! ¡Hasta nuestros hijos son víctimas de la corrupción!… ¡Mejor vámonos a un volquetero de las iras!
– ¡Pues vamos!… Quién dijo miedo…