Amplio el diálogo sobre variados temas mantuvo Semanario El Observador junto al personaje destacado de la semana, Doña Teresita Parreño de Coloma, quien nos compartió detalles de sus vivencias, experiencias y hasta nos brindó un par de secretos para conservar la salud.
A sus 95 años hace gala de una lucidez y vitalidad que gente con 20 años menos envidiarían. Nació en la provincia de Bolívar, pero hizo buena parte de su vida en Quito, trabajó como encargada de archivo en la primera sala de la Corte de Justicia, gracias a su “buena letra y buena ortografía”. Allí conoció a su esposo Hernán Coloma Verdesoto, que fue brigadier mayor del Colegio Militar, con él procreó siete hijos. Recuerda que lo conoció cuando tenía 17 años y fue un amor a primera vista. Mientras él jugaba volley, ocurrió el flechazo.
Vino a la provincia de Pastaza debido a que a su esposo lo nombraron jefe del penal ubicado en la parroquia Cumandá en la cercana provincia de Morona Santiago, de a poco se fue acostumbrado a la Amazonía, de ahí compraron la propiedad que hoy en día es “El Pigual” entonces decidieron trasladarse con toda la familia.
Subraya la importancia de la mujer en el hogar, la responsabilidad en el cuidado de los hijos con valores. Aprovechamos la oportunidad para consultarle si tiene algún secreto para conservar la salud y generosamente nos reveló sus recomendaciones: Primero la alimentación “no comer chatarra”, segundo dormir temprano, tercero tener buenas amistades. Aconseja que aquel que toma leche y no le hace daño, debe tomarla toda la vida, evitar los fritos y consumir comida saludable como la machica, habas, maíz tostado en tiesto, morocho, mote, “pero la juventud de ahora, que va a querer, ni conocen.”
Doña Teresita ha vivido involucrada en una familia política. Su esposo fue el primer presidente municipal, fue un hombre autodidacta, le gustaba la política y la lectura. Su hijo Gilo Coloma, siguió sus pasos, fue en su momento gobernador y más adelante alcalde de la ciudad de Puyo.
Conoció en persona a personajes que hicieron historia como el monseñor Alberto Zambrano, cuyo nombre lo tomaron para una avenida y una institución educativa de Puyo. Lo recuerda como un hombre alto “bien puesto” bondadoso, recibió de él un rosario que lo conservó como una joya.
Entre sus conversaciones nos indica que no tiene celular y no lo desea porque ha vivido mucho tiempo sin tecnología y ha observado que la gente se distrae por el uso de este tipo de dispositivos electrónicos. Tampoco está de acuerdo que los padres gasten su poca economía en un celular para darle a un niño y que no tengan tiempo de acompañarle para revisar lo que mira y darle las orientaciones correspondientes, ya que harán conclusiones a su manera, sin control, “las redes sociales pueden ser un peligro porque no hablan la verdad”.
Al preguntarle que le hace falta a la provincia para salir adelante, considera que la mejor obra debe estar enfocada en la educación, que los profesores se capaciten mejor, ya que los chicos con la tecnología están más adelantados, entonces los docentes deben estar bien ilustrados para poderlos guiar.
A los aspirantes a políticos les dijo: Cuando la persona procede mal tiene temor y eso es perjudicial, en tanto que aquel que procede bien así le cueste la vida, nadie le cuestionará. “Jóvenes no pierdan el tiempo en algo que les hace daño, prepárense para que sean buenos ciudadanos y profesionales” fue su mensaje dirigido a la juventud.