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Una aventura en Piedradura

por Andres Ortega

– ¡Oye Pablo! ¡Apúrate rápido para ir a picar piedra!

– ¡Pero!… Es que… ¡¿Y por qué me llama Pablo, compadre?! Si usted sabe que me llamo Ulbio.

– ¡Pues, ya no! Por hoy se llama Pablo y yo me llamo Pedro… ¡Porque somos los Picapiedras!

– ¡Ele!… ¡¿Qué’s pues!… No, no; creo que usted definitivamente se volvió loco, compadre.

– ¿Y qué le extraña, compadre? Si en esta ciudad todos estamos locos.

– ¡¿A poco cree que Puyo es tierra de locos?!

– ¡No, no y no, compadre! Esta ciudad ya no se llama Puyo. De ahora en adelante la conoceremos como: ¡Piedradura! La ciudad de los Picapiedras.

– ¡Bueno, ya pues compadre! ¿A qué se debe todo este relajo de los Picapiedras?

– Usted nunca se entera de nada, compadre. Es que las autoridades se han dedicado, a  ultima hora y considerando que éste es un año electoral, a poner primeras piedras a diestra y siniestra.

– Lo que no hicieron en el dos dos años anteriores…

– Pero ahora quieren aplastar el acelerador a fondo para demostrar trabajo y quizá pensando en la reelección… ¡Total! Soñar no cuesta nada, compadre.

– ¡Uy! Ojalá no vayan a enterrarnos vivos con tantas piedras.

– O capaz que nos andamos tropezando a cada rato por ahí con tanta primera piedra.

– ¡Chuta! Se ve que buenos empedradores hemos tenido.

– Así es, primero fue el prefecto que la colocación de la primera piedra del puente, del proyecto de asfalto, de esto y de esto otro.

– ¿Y ahora?

– Ahora le sigue el alcalde; estas últimas semanas poniendo la primera piedra en todo: primera piedra para el Centro de Revisión Vehicular, primera piedra para muro de gaviones, para asfaltos en el barrio Juan Montalvo, primera piedra para alcantarilla cajón en Las Palmas…

– ¡No digo! ¡Vamos a quedar enterrados en tanta piedra!

– Sí, compadre; ya parecen los del Mejía que otros tiempos tenían amontonadas las piedras para lanzarlas a su debido momento en las revueltas…

– O los del MPD, que se ganaron la fama de “los tirapiedras”.

– Así están las autoridades ahorita… ¡De tirapiedras! Jeje.

– Pero qué pesadez con tanta primera piedra, y ahí han de tener que asistir los funcionarios municipales a aplaudir a su jefe… o a las piedras.

– Bueno, poner la primera piedra es fácil, lo jodido ha de ser poner las demás piedras hasta completar la obra.

– Con tanta piedra que se gastan, mejor fuera que inviten a la inauguración antes que al inicio de la obra.

– Esto me recuerda a una historia de la época de los apóstoles; cuando Nuestro Señor Jesucristo les ordenó a sus discípulos que tomen consigo una piedra cada uno y suban al monte de Los Olivos…

– ¿En serio? ¿Y qué pasó?

– Pues, que cada apóstol cogió una piedra enorme y trepó el monte a cuestas con tremendo peso. Pero…

– ¡¿Pero qué?!

– Como Juan era medio vaguito y facilista, solo llevó consigo una piedrita bien chiquitita.

– ¿Y? ¿Qué pasó entonces?

– Que el Señor les preguntó: “Hermanos, ¿tenéis hambre?” A lo que todos respondieron afanosamente que sí, que tenían hambre. Entonces Jesús exclamó: “¡Qué las piedras que cargaron hasta aquí se conviertan en comida!”

– ¿Y todas las piedras se convirtieron en comida?

– Claro pues; pero sucede que obtuvieron un exquisito plato de acuerdo al tamaño de la piedra que cargaron; entonces a todos les tocó un tremendo manjar; menos a Juan, que por ocioso, le tocó solo una galletita… Y se quedó con hambre el pobre.

– ¿Y de ahí que hicieron?

– Al día siguiente, el Señor les dio otra vez la orden de subir una piedra al monte; entonces Juan, para que no le suceda lo mismo que el día anterior, cogió la piedra más grande que todos los demás y llegó con ella exhausto a la cima del monte…

– ¡¿En serio?! Chuta, entonces ahí si le ha de haber tocado un platote.

– ¡Nada! Una vez reunidos, el Señor les preguntó: “Hermanos, ¿tenéis hambre?” Y Juan, saltando de entusiasmo, dijo: “¡Sí Señor, tenemos mucha hambre!”

– Y… ¿Entonces?

– Entonces el Señor les dijo: “Bueno, si es que tienen hambre, vayan nomás a sus casas; que hoy nos alzamos temprano”.

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