– Oiga, compadre Ulbio, ¿se acuerda que una vez hablamos del caso Paguay? Y decíamos…
– ¿Que se casó en Paraguay? ¿quién? Y, ¿porqué se ha ido a casar tan lejos?
– Uuuu, compadre; si usted está más sordo que presidente en paro. No le dije Paraguay sino Paguay, de Jorgito Paguay, el director de Creo.
– Aaah, ya lo creo, compadre Indiscreto. De aquel que trabajó tanto por Lasso en las tres campañas, y a la hora de la hora le dejaron como novia vestida y alborotada.
– Y no solo a él compadre, a todos los de CREO miso… ¡¿No ve que fue otro el que hizo los arreglos por debajo de la mesa?! Y, con el cuento de que mi voto vale dentro de la Asamblea, se agarró todos los cargos en la provincia y puso a su propia gente. Mientras que los que lucharon por que Lasso llegue se quedaron a chupar el dedo.
– Si pues, compadre, toda la gente hablaba de eso, de que nadie sabe para quien trabaja. Al final, fueron otros los que se aprovecharon durante todos estos años, y el mentado asambleísta fue a tramitar puestos antes que a cumplir con su trabajo.
– ¡Pero al fin se hizo justica! Y la justicia divina les llegó más temprano que tarde. Y ya ve lo que pasó; vino la huesuda y se los fue llevando.
– ¡Que’s pues compadre! ¡¿No me diga que se murieron?! Y. ¡¿cuándo pasó eso que yo no me he enterado?! ¡Calle no más compadre!
– ¡Nooo! ¡Nada de eso! Si hierba mala nunca muere. Cuando digo “la huesuda” me refiero a eso que le llaman la muerte cruzada, que los mandó para su casa, Y sí, murieron, pero políticamente; porque de este entierro nadie los resucita.
– ¿Y qué tiene que ver Jorge Paguay en todo este entierro?
– ¡Todo pues compadre! No ve que el presidente, al verse ya despedido, en estos meses que le quedan recién se acuerda que tiene gente de su partido.
– ¡Ya era hora pues, compadre!
– Y como ya no está el que le condicionaba los cargos a cambio de los votos, ahora sí, hizo lo que debió haber hecho desde el principio; nombrarlo a Jorgito Paguay como gobernador.
– ¡¿No me diga que a Jorgito al fin se le hizo?! Tanto que andaba peloteado, triste, con la mirada caída, y hasta con vergüenza; porque todo mundo le decía: “Te dejaste serruchar el piso por lento y a la final sin pan ni pedazo”.
– Bueno, ni tanto; porque a sus dos hijas bien ubicadas las tenía y con buenos puestos…
– Pero a él sí, me lo dejaron en la banca por tantos años junto al resto de sus compañeros…
– Pero, ahora sí, ya con nuevo árbitro ha saltado a la cancha y se están haciendo los cambios correctos.
– Lo repito, ya era hora. ¿Y qué cambios son los que se están haciendo?
– Por ejemplo, chao el jefe político, al que llamaban: “el hombre del maletín”; porque dizque era el que cobraba los diezmos.
– ¡Chuta! ¡Ni que pastor alemán!
– Así también salen los tenientes políticos, hasta los directores de algunos ministerios, y regresa la gente de Creo.
-Bueno, ahora si creo que Creo está haciéndole justicia a su gente, y por lo menos estos pocos meses, antes de que el Guillo se vaya, les deje saborear de las mieles del poder.
– Así es compadre, y como ya no necesita los votos de la asamblea para nada, mejor pueda alegrarles la vida a quienes le apoyaron.
– Que algunos ya hasta tenían vergüenza de decir que son de Creo; porque en seguida les decían: “¡¿Y que cogiste?! ¡Ni agua!” Jeje.
– Ahora si ya los vi sacando la cabeza en la gobernación; a Henry Moreno, Bolívar Jarrín, Guillermo Pérez y otros más que hasta de terno llegaron el día de la posesión de Jorgito como gobernador. Como quien dice: “¡A ver! ¿A cómo nos toca?”
-Y con todo el derecho, compadre. En eso no nos hagamos los tarugos, al Cesar lo que es del Cesar. – Mejor, porque no vamos nosotros también, compadre, y ya que no nos paran bola en otros lares, quién quita que diciendo que también somos creídos, o sea de Creo, nos puedan dar alguito.
– ¡No creo compadre! ¡Usted si que no deja pasar una! Mejor vamos a ver quienes han entrado; porque si ha de haber algunos como usted que llegan de infiltraditos, jejeje.