Por: Ab. Paulo Cesar Gaibor
El resultado de la primera vuelta presidencial en Ecuador es un reflejo de un país dividido en dos opciones políticas casi idénticas en respaldo ciudadano. La mitad de los votantes se ha inclinado por una propuesta de izquierda, la otra mitad por una de derecha. En este escenario, el verdadero desafío no es solo ganar la segunda vuelta, sino gobernar después de ella.
Ninguna sociedad construye su futuro sobre el odio. Ninguna nación avanza cuando sus ciudadanos se ven como enemigos. El peligro de una polarización feroz no es solo político, sino social: una fractura que nos aleja, que impide el diálogo y que convierte la democracia en un campo de batalla en vez de un espacio de encuentro.
Las ideologías tienen sentido cuando aportan soluciones, no cuando se convierten en trincheras, una izquierda que recuerde que un partido existe para ponerse al servicio del pueblo y no al revés, que promueva la integridad, la dignidad y la justicia a través del ejemplo, que anteponga las necesidades de la gente antes que las aspiraciones de su partido, que sepa cuestionarse a si misma y que sepa mirar hacia el futuro más esperanza en lo que queda por construir y menos orgullo por aquello que se ha construido.
Si la derecha aspira a liderar, debe demostrar con evidencia su capacidad para promover el desarrollo económico, acompañar con resultados su política de seguridad, adaptarse a la época en que la riqueza necesita ser tanto promovida como regulada, recordar que la libertad, el bienestar individual y el crecimiento económico hoy por hoy deben ir de la mano va de la mano del desarrollo colectivo y la conciencia social.
Y en ambos casos se requiere que izquierda y derecha mantengan su compromiso democrático y dejen de pretender que al autoritarismo sea su rasgo distintivo.
Ecuador no necesita izquierdas ni derechas dogmáticas, sino modernas, abiertas, capaces de entender los desafíos de su tiempo y respetuosas de los derechos fundamentales. Una izquierda que defienda la equidad sin caer en el populismo. Una derecha que impulse el crecimiento sin olvidar la inclusión.
Hoy la decisión vuelve a ser marcadamente ideológica, pero eso no significa que deba ser feroz, ciega u ofensiva. Quien gane necesitará del otro para garantizar la gobernabilidad y el Ecuador necesita gobernabilidad para hacer viable todo proyecto de crecimiento y de mejora. No hay respuestas viables que no incluyan la integración de ambos sectores. La democracia no es la imposición de una mitad sobre la otra, sino la construcción de un país en el que todos podamos vivir con dignidad, seguridad y oportunidades.
Más allá de esta elección, lo que Ecuador necesita es unidad en la diversidad y un compromiso real con el bienestar de todos. Que el futuro no nos encuentre divididos, sino capaces de encontrar juntos el camino.