– “Mi Quito tiene un sol grandeee…”
– Pero ya le pusieron a la sombra, pues compadrito Ulbio.
– ¡¿De qué me está usted hablando, compadre Indiscreto?!
– De su Quito, pues. ¿De qué más habría de ser? Que ya no tiene sol grande porque le pusieron en la sombra.
– Pues… sigo sin entenderle nada compadre.
– Eso no me admira, compadre; usted siempre ha sido de entendimiento tardío. Le digo que a su juez Quito le mandaron para Quito a comer poquito.
– ¡¿A comer poquito?!
– Sí; porque aquí dizque ha estado comiendo mucho gracias a la hidroeléctrica; al menos eso cuentan las malas lenguas.
– A ver, a ver… Acláreme el panorama compadre.
– ¿Se acuerda usted del juez que falló en contra de la acción de las comunidades indígenas por la construcción de un proyecto hidroeléctrico?
– ¡Claro que me acuerdo, pues compadre! Si estuvimos indignadísimos por la destrucción de aquellos lugares paradisíacos.
– Bueno pues, como los demandantes apelaron tal decisión y el caso pasó a manos de otro juez, resulta que el juez del sol grande pretendía cohechar a su colega.
– ¿Y cómo le pretendía corchar?
– No dije “corchar”, compadre; dije “co-he-char”. En otras palabras, quería comprarle para que vuelva a fallar a favor de la empresa hidroeléctrica y en contra de los indígenas y de la naturaleza.
– ¡Qué bárbaro! Y de cuánto estamos hablando.
– Más o menos la misma proporción con la que los fariseos compraron a Judas.
– A ver, a ver… ¿Cómo está eso?
– Pues a Judas le compraron con cuarenta piezas de oro; en cambio al juez pretendieron comprarle con cuarenta mil dolarines más dos botellas de whisky de yapa…
– Oiga compadre; pero, que yo sepa, a Judas no le dieron botellas de whisky.
– Ahí estuvo la falla de los fariseos; por eso el tal Judas, en lugar de ir a emborracharse, después del negocio terminó suicidándose.
– Ah, claro ¿no? ¿Y qué ha pasado? ¿Le ha comprado mismo al juez o qué?
– Pues no; resulta que este juez le salió honesto y además abstemio; así que ha dicho: “¡A mí no me va a venir este man con pendejadas!” Y le ha denunciado ante la Fiscalía.
– ¡¿En serioooo?! ¡Ele! ¡Eso sí que ha estado bien bueno!… Cuente, cuente… ¿Qué ha pasado de ahí?
– Pues, que su Quito de sol grande se lo llevaron detenido para Quito, creo que le iban a encerrar en la misma cárcel que estuvo el Glas.
– ¡Chuuuuta! ¡Qué vergüenza! Como estaría en malas el pobre.
– ¡Claro! Y en vez de cantar eso de que tiene un sol grande ha de haber ido cantando: “Yo soy paisano, me voy a Quito, me han ponderado que hay lindas celdas; y a que a los jueces nos meten presos, porque a Piatúa dejamos en tajas”.
– ¡¿Y ahora?! ¿Qué pasará? ¿Le destituirán al juez?
– Pues, como dicen que el que se fue a Quito perdió su banquito y comió poquito… ¡Quién sabe!… Primero se tiene que comprobar la veracidad de los hechos y que las autoridades competentes actúen con honestidad e imparcialidad y no se vendan ni por cuarenta ni por cien piezas de oro ni por dos cajas de botellas de whisky, vodka, tequila u otro aditamento.
– Esperemos que así sea, compadre; no podemos seguir cargando con ese lastre de corrupción en nuestro sistema judicial.
– Tiene usted toda la boca llena de razón, compadre, y a ratos se expresa usted como candidato a asambleísta, que me deja boquiabierto.
– Bueno compadre… ¿Nos vamos al volquetero?
– Claro que sí; pero ya que estamos medio musicales, vámonos cantando:
“Mi Quito tiene un sol grande,
mi Puyo tiene un más grande;
Machachi no tiene nada,
Guaranda una pendejada”.