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Cero tolerancia contra el “turismo” picaro

por Andres Ortega

– ¡Oiga compadre Indiscreto! ¿No vio quién dobló la esquina?

– ¡No sé compadre Ulbio! ¡Yo cuando llegué ya estaba doblada!

– Digo que si no vio a un muchacho corriendo por aquí. ¡Es que me acaban de robar los únicos cinco dólares que tenía! ¡Qué tontera!

– ¡Vaya compadre! ¡Ya no se puede con tanta inseguridad en nuestra ciudad! ¡Ele! ¡Ya le dejaron sin volquetero!

– ¡Sí compadre! ¡Qué iras! ¡Nuestra bella ciudad otrora tranquila y pacífica ya no es como antes!

– ¡Figúrese nomás! ¡La prostitución está a la orden del día! ¡Y en pleno centro de la ciudad! ¡Hasta el portal del Municipio se ha convertido en galería de exhibición!

– Así es compadre, y hay tanta competencia entre las boniticas que a uno le quieren llevar hasta a la fuerza a un hotelucho… ¡Y hasta bravas se ponen si se les dice que no!

– ¡Qué barbaridad, compadrito! ¡Donde se ha visto que el mismísimo centro administrativo de una ciudad se convierta en zona de tolerancia! ¡Aparte de tolerar tanta pendejada que han hecho los políticos ahora tenemos que tolerar a las carishinas!

– Y hasta surgen por todo lado burdeles clandestinos.

– Claro pues, ahora en cualquier parte se arman unos lugares chéveres bacanos; al estilo amazónico, con caña guadúa adecuan los cuarticos y… ¡Zas chim pum! ¡A disfrutar se ha dicho! Y no solo por las comunidades hay esas novedades también aquí cerquitita.

– ¡No ve ese de la vía a la Tarqui! En un lugar que estaba hasta remontado funcionaba dizque un “lugar turístico”, dizque “hostería”. Pero en realidad había histeria jijijiji. Dizque gritaban, sudaban y ¡yujuuuu! ¡Viva la farra nocturna!

– ¡Y los pobres vecinos sin poder dormir! ¡Pasando insomnio! Y ni como unirse a la fiesta teniendo al lado a sus mujeres.

– Sí compadre; hasta dizque promocionaban sus concursos de camisetas mojadas para poner cachondos a los “turistas”…

– Oiga compadre… ¡¿Y usted cómo sabe tanto?! ¿No andaba usted por ahí de “turista” por si acaso?

– ¡No compadrito! ¡Cómo va a creer! ¡Dios me libre!

– ¡Claro! ¡Ni lo piense compadre! ¡Después su mujer le pone como camote! Y a uno le toca estar  aplastándole los chibolos con un dólar.

– Pero ya dizque están haciendo batidas para erradicar esos centros clandestinos.

– Así es compadre. Nuestras autoridades del ministerio del calzo… digo del interior, han emprendido una santa cruzada contra esos centros clandestinos que molestan a los vecinos…

– ¡Hasta rima le salió, compadre! 

– Es que estos asuntos me inspiran, compadre. Ya que han pasado tantos años sin que se haga mayor cosa por el turismo y la cultura, prolifera esta nueva forma de turismo erótico y subcultura.

– Bueno, ¿qué decía del ministerio del ca… digo interior?

– Que están en guerra contra estos centros “turísticos”; y, gracias a la acción de los insomnes vecinos le llegó el control a esta histeria… digo hostería… Y ni cómo que nieguen… ¡Full sombreritos por todos lados! ¡Y hasta nómina de las trabajadoras sexuales han tenido!

– Pero no aumentaran estos centros de perversión si no hubiera clientela.

– Tiene usted toda la boca llena de razón, compadre. Hay que bajarle la temperatura a nuestros muchachos, Y encima, con la carencia de actividades sociales y culturales a la gente no le queda más que recurrir a la picardía.

– Ojalá todas las instituciones se unieran a esa santa cruzada.

– ¡Ojalá, compadre! Y hasta la ciudadanía tome conciencia de la degradación moral que está sufriendo nuestra sociedad. Hay que felicitar a personas como aquel propietario de un hostal del centro de Puyo, que ha decidido darle otro uso a su edificio adecuándolo para oficinas.

– Sí, en vez de que lo usen para el negocio de la prostitución… ¡Esa es la actitud! Porque sino ya las señoritas estaban peleándose hasta con cuchillo en plena luz del día … Algo bueno de aplaudir del propietario de ese hostal.

– Bueno compadrito Ulbio; en vista de que el choro le ha dejado sin dinero para su volquetero, no me queda más remedio que invitarle yo; porque si todavía hay algo bueno que le queda a nuestra ciudad son nuestros consabidos volqueteros.

– ¡Pues vámonos compadre pa’l Obrero!

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