– Oiga, compadre Indiscreto, ¿todos los cuentos comienzan con: “Había una vez…”?
– No, compadre Ulbio; muchos cuentos comienzan con “Si votan por mí les prometo…”
– ¡Como siempre, compadre! ¡Usted con su desconfianza hacia los políticos!
– Es que los políticos son como los pañales…
– ¡¿Cómo los pañales, dice?! ¡¿Y en qué se parecen los políticos a los pañales, pues?!
– Pues, en que hay que cambiarlos frecuentemente, y por la misma razón.
– ¿Acaso piensa usted que nuestros asambleístas son tan malos?
– No lo digo yo, el mismo Guillo lo confirma: ¡En Ecuador tenemos los mejores asambleístas… que el dinero pueda comprar!
– No creo que todos los políticos se dejen convencer por el vil metal.
– Bueno, unos se dejarán llevar por el vil metal; otros en cambio por viajes de lujo, con todos los gastos pagados, viáticos y comisiones…
– ¿Como quien?
– Quien, en pago a su fidelidad, la presidenta de nuestra Asamblea Nacional ha enviado como su delegado a una Asamblea Internacional nada más ni nada menos que en Indonesia… ¡Disque para reducir la pobreza y la discriminación! Con un derroche de los recursos de un país que es el más pobre de entre los pobres.
– ¡¿Pero de quién me habla usted?!
– Pues, nada más ni nada menos que de nuestro representante provincial, don Elías.
– ¡¿Nuestro Elías?!… ¡¿Pero no ha de haber ido solo él?!
– Claro que no; junto a él también marcharon los asambleístas Pabel Muñoz, Wilma Andrade, Ana Belén Cordero y Geraldine Weber.
– Pero, dice usted que van a reducir la pobreza y la discriminación.
– Por lo pronto, lo único que están reduciendo son los escuálidos presupuestos nacionales…
– Los cuales deberían utilizarse para disminuir la pobreza y la discriminación en nuestro país, en vez de mandar gente a que se pasee de gana.
– ¿Ve compadre? ¡Usted sí piensa cuando hace un esfuerzo!
– Pero no nos hagámonos tarugos, para mí que solo fueron vacaciones pagadas.
– ¡Más que eso! Un premio a la fidelidad, luego de haber salvado a la presidenta de la Asamblea Nacional ante los intentos de destitución que ha enfrentado.
– Ya veo por donde está el peine.
– Pero bueno, al menos el viaje le sirvió para estar ausente, justo en la semana en que el presidente Guillo hiciera pública la lista de los asambleístas que se habrían acercado a pedir favores.
– ¡¿Favores?!… ¿A cambio de qué?
– De votar a favor de la Ley de Inversiones, en la cual quedaron muy mal parados sus compañeros amazónicos: Rosa Cerda de Napo, Edgar Quezada de Sucumbíos y Celestino Chumpi de Morona.
– Capaz que si estaba en Ecuador también lo embarraban, y así… ¡Toda la Amazonía embarrada! ¡Qué vergüenza!… ¡Y el mismo presidente les ha puesto al descubierto!
– Es que la política es semejante a la religión; la diferencia es que en la religión cada uno confiesa sus pecados; en cambio en política cada uno confiesa los pecados del adversario.
– En eso sí tiene toda la boca llena de razón, compadre.
– Bueno, que aproveche el viaje porque otra no ha de haber, al menos otro paseíto así de lujoso con todos los gastos pagados por el pueblo… mmm… difícil ha de ser. Linda la vida de asambleísta, lástima que no es un cargo para toda la vida…
– ¿No ven como le pasó a don Paguay? Que en lo mejor de su cargo como secretario técnico de la CTEA, ya me le dijeron “vay vay”; váyase para su casa, que colorín colorado, su chauchita se ha acabado.
– Y eso que era el director de Creo en Pastaza; “El Duro”, como se dice. El único del partido de Gobierno que ostentaba un cargo, al fin me lo serrucharon el piso y pasó al ejército de desempleados…
– ¡Elé! ¡Así nomás es la política! ¡Nadie sabe para quién trabaja!
– Pero no entiendo por qué tenían que enviarles a Indonesia a los asambleístas… ¡Mejor los hubieran enviado a Ucrania!
– ¡A Ucrania! ¡Ele! ¡Qué’s pues! ¡Dios no quiera! ¡Pobres!
– ¡Pues ahí sí les creería valientes y hasta votaría por su reelección!… Bueno, siempre y cuando nos los devuelvan enteros por supuesto.