– Vea compadre Indiscreto… ¿Usted cree que el dinero trae la felicidad?
– No compadre Ulbio; el dinero es solo una herramienta. Lo que nos hace felices es nuestra inteligencia, y solo si utilizamos inteligentemente esa herramienta podremos ser felices… ¿Por qué lo pregunta?
– Pues, porque tanto nuestro prefecto como los alcaldes de Santa Clara y Arajuno dizque están felices saltando en chulla plata porque el Lenin ya les ha dado platita para hacer obras.
– Bueno; por ahora lo que deben estar es “contentos”, no “felices”; pues hay mucha diferencia en ello.
– ¿Y cuál es la diferencia entre estar contento y estar feliz?
– Por ejemplo; si a usted le cae una buena chaucha y se gana bastante platita, entonces se siente contento. Pero si usted gasta ese dinerito en algo bueno; por ejemplo, la educación de sus hijos, entonces se sentirá feliz.
– ¿Y si no?
– Ahí es donde entra la inteligencia. Si usted coge esa plata y se va de parranda y la malgasta toda; entonces su mujer le deja medio muerto. Eso quiere decir que el dinero bien puede traernos dicha como desgracia, y es la inteligencia la que nos ayuda a decidir por la primera opción.
– Tiene usted toda la boca llena de razón, compadre. O sea que nuestras autoridades seccionales por ahorita solo están contentas.
– Así es compadre; así que si ellos son inteligentes e invierten correctamente ese dinerito haciendo buenas obras y bien hechas, entonces serán felices y nosotros también lo seremos.
– Entonces, eso quiere decir que finalmente el dinero sí trae la felicidad.
– Pero mediante la inteligencia, compadre Ulbio. No olvide que en nuestra jurisdicción se han hecho anteriormente grandes obras, muy necesarias, pero que finalmente solo nos han traído dolores de cabeza; porque no medió la inteligencia sino la brutalidad de las autoridades.
– Eso sí compadre; vuelve a tener toda la boca llena de razón.
– Por eso una autoridad es buena ya sea con poco o con mucho. Por ejemplo, cuenta una leyenda que una vez se reunieron los alcaldes de dos ciudades vecinas…
– ¿Y qué pasó en esa reunión?
– Que el alcalde anfitrión le dijo al visitante: “¿Quieres que te demuestre cuánto me ama mi pueblo?”
– ¿Y cómo le demostró?
– Pues salieron al balcón y ante la multitud que ahí estaba concentrada el alcalde local exclamó: “¡Querido pueblo! ¿Quién soy yo para ustedes?” Y todos respondieron al unísono: “¡Nuestro papá! ¡Nuestro papá! Entonces el burgomaestre volvió a preguntar: “¿Y qué quieren?” y ellos le respondieron: “¡Plata! ¡Plata!” Entonces el alcalde tomó billetes de una bolsa y los lanzó al público diciéndoles: “¡Tengan hijos míos!”
– ¿Y qué pasó después de eso?
– Pasó que el otro alcalde, picado, quiso hacer en su ciudad la misma demostración; así que invitó al otro alcalde a su tierra y así mismo salieron al balcón y preguntó a sus ciudadanos: “¡Querido pueblo! ¿Quién soy yo para ustedes?” Y todos respondieron al unísono: “¡Nuestro papá! ¡Nuestro papá! Entonces el burgomaestre emocionado les preguntó: “¿Y qué quieren?” y ellos le respondieron: “¡Ser huérfanos! ¡Ser huérfanos!”
– ¡Chuta!… jajajajaja… ¡Se ve que a este alcalde le odiaban!
– Así es compadre; puede haber mucho dinero de por medio, pero si la autoridad es deficiente su pueblo no será feliz y le despreciará.
– Bueno, ahora sí entiendo la diferencia entre estar contento y estar feliz. ¡No ve a la señora gobernadora! Una noche de contento le ha traído mucha infelicidad.
– Así es compadre; luego de una noche de copas una noche loca, como que se ha descompuesto la señora. Esperemos que se recupere muy bien y se tranquilice, para que así pueda enfrentar tantos problemas como ese de la Té Zulay que nos tiene a todos en zozobra.
– Sí compadre; es como la manzana de la discordia.
– Más bien como la papaya de la discordia; porque a ese problema está que le dan y le dan papaya y nada de solucionarlo de una vez por todas. Por utilizarlo irresponsablemente como pieza política van a provocar hasta matanzas.
– ¿Cree usted que se solucione algún día ese problema?
– ¡Claro compadrito Ulbio!… Cuando yo sea gobernador lo soluciono en tres patadas.