POR: Punta de Lápiz.
La idea de convertir a Pastaza y, especialmente a Puyo, en destino turístico, es algo que muchas administraciones provinciales y cantonales, vienen anunciando permanentemente. La actual administración municipal no es la excepción. Y eso es una aspiración que todos miramos y apoyamos sin reparos.
Sin embargo, estamos observando que el direccionamiento para lograr este objetivo, se proyecta a lo macro o a lo temporal, que de ninguna manera contribuye a lograr el objetivo de forma permanente.
Se ha procedido a iluminar algunos parques, plazas y algunas calles; algo que realmente es digno de felicitar. Los turistas admiran las alegorías. Esto contribuye para que las familias encuentren un motivo, para juntos, pasear por la ciudad bellamente iluminada. Pero eso dura hasta el seis de enero y volveremos a mirar nuestra cotidianidad. De allí que es importante que la administración municipal solucione, en forma definitiva, muchas situaciones que se vienen soslayando, posiblemente, porque son impopulares, pero es necesario tomar medidas terminantes. ¿Cuáles? Existen muchísimas. Talvez las consideran pequeñas o de poca prioridad, pero si hablamos de Turismo, la suma de estas pequeñeces, pesan. Y bastante.
Tenemos como una muestra, el espacio cubierto del Mercado Mariscal, que poco a poco, solapadamente, se viene convirtiendo un mercado más, a vista y paciencia de las autoridades -no únicamente la municipal- sin que las veamos cumplir las obligaciones que les corresponde, por ejemplo el control sanitario que tiene que evaluar la calidad e inocuidad de alimentos que allí se expenden.
Inicialmente se hablaba de un uso provisional durante los días sábados y domingos para ayudar a los campesinos a que puedan vender sus productos con más comodidad.
Ahora ese lugar está ocupado todos los días. Ladinamente desplazaron a niños; jóvenes y adultos que se recreaban jugando futbol sala, ecuavoley o bailo terapia, degenerando la razón de ser de ese espacio deportivo. Y esa imagen no atrae al turismo.
Además existe un problema soterrado, que es necesario que la actual administración municipal, tome cartas en el asunto: el trato y la expoliación que sufre el agricultor que sale con sus productos.
Los campesinos aglutinan ‘su carga’, -como ellos dicen- en los buses y se dan modos para reconocerla. Pero al llegar al espacio cubierto del Mercado Mariscal, les caen los revendedores y, por supuesto, los ciudadanos que buscan beneficiarse del costo de plátanos, yucas, naranjillas, papa china, guabas, etc., etc. Los pobres campesinos, que a más de tener que vigilar a sus hijos pequeños, son abrumados, por los compradores que prácticamente, les arranchan sus productos y les pagan el valor que a ellos les conviene. Y esto es un abuso descarado. Por lo tanto es menester que se tome medidas drásticas contra estos atropellos. Y esta imagen tampoco ayuda a atraer al Turismo…
Reiteradamente se les escucha, en forma pública, a los señores transportistas decir que el Alcalde es ‘como un padre’ y ellos son sus hijos y le agradecen por el apoyo que les brinda. ¿No sería prudente que la Autoridad Municipal considere también a los campesinos, como hijos? Al fin y al cabo hay hijos putativos…