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Sueños fallidos

por Andres Ortega

Por: Margoth Escobar

En la penumbra de mi casa me he puesto a escribir, para contarle a mi pueblo, a la tierra donde me vio nacer, este pasaje triste de mi vida. Tengo casi 70 años, ya no estoy en edad de decir “perdón”, cuando pregono la verdad. Estoy para gritar tan fuerte como puedo, nada tengo que esconder, nada que rendir cuentas a nadie.

Mi familia y Yo, llevamos la vida como un libro abierto, no tenemos nada de qué avergonzarnos, hemos forjado lo nuestro, a vista y paciencia de todos, con aciertos y desaciertos, pero siempre con humildad y altivez.

Yo me declaro abiertamente parcializada a mi hijo, sin debate, sin intermediarios y sin analistas. Les voy a hablar desde mi condición de mujer trabajadora, les voy a contar parte de mi vida, parte de mi historia y el ejemplo que ha recibido de mí, Yankuam, para enfrentar cualquier sinsabor y hacerlo con pasión y altivez.

Yo jamás lanzaré un discurso, ni consignas ante parlamentos internacionales, porque soy una mujer de base, siempre aliada del movimiento indígena; más bien, hasta el día en que, ya cerca de los 70, reparé en que mi vida la consagré a un movimiento donde, como en toda organización social, hay gente honesta y también de los otros, aquellos deshonestos que se dan la vuelta al mundo, a título de defensores de la naturaleza.

Jamás busqué mi comodidad y eso sí, lo digo con el alma, es el legado para mi hijo único, Yankuam. He brindado entusiasmo y esperanza; he luchado por la reivindicación de los pueblos y comunidades indígenas, nunca por mí.

Soy mujer emprendedora, tengo comodidad económica y en mis negocios, buena parte de mis empleados son de las nacionalidades.

En mi casa, siempre albergué a los compañeros de las nacionalidades, aunque ellos ahora se hayan distanciado, justamente después del rompimiento sentimental que tuvo Yankuam.

Lejanos están ya los días en que mi hijo, asistía hasta finalizar la educación secundaria a la primera escuela bilingüe de Pastaza, Amauta Ñampi.

Soy transeúnte de la inmensidad del tiempo, de la soledad y las distancias, me traslado a los años en que todo parecía alcanzable: cuánto entusiasmo le pusimos al ser parte del equipo de primeros auxilios en la caminata de 1992, cuando la OPIP, sin pedir audiencia, caminando de Puyo a Quito, conversó con el presidente Rodrigo Borja para lograr la legalización de 1.250.000 hectáreas en favor de los pueblos Sapara, Kichwa, Achuar y Shiwiar de la provincia de Pastaza. Yo caminé con mi hijo Yankuam, muy niño.

Mientras os escribo, estoy un poquito triste, no consigo arrancarme una sonrisa, no vislumbro en el horizonte sentirme nuevamente en el júbilo de los abrazos, no observo el poder pincelar lienzos de esperanza, ya no creo en la lucha sincera y reivindicativa si tenemos a los mismos dirigentes.

En mis ya añejos años, saboreando la angustia que a momentos desgarró mi alma, absorbiendo los sinsabores de la derrota, he visto que no todo es virtud, que muy poco es lucha por el interés colectivo, que toda protesta tiene una razón política que no significa, necesariamente, la reivindicación del pueblo.

Algunos personajes, entre quienes está la mujer a la que me dirijo ahora, Nina Gualinga, quien olvidó su apellido paterno, (ella utiliza el apellido materno y no el de su padre, Siren), gestionan a nivel internacional reconocimientos que redunden en su propio beneficio y no de su comunidad de la que más bien, se toman el nombre.

De lo único que doy fe es que, como mujer amazónica, siempre actué de buena fe. Nunca he sido vocera de nadie, ni candidata a nada, ni tramitadora de nada. Jamás busqué protagonismo; una vez vino un periodista y ahora estoy en el libro de Plan V: https://drive.google.com/file/d/1lxNzFXO5PA2EOF9Ux7Lfo2ZHP-x2Xzx6/view (Sobrevivientes: los rostros que vencieron el miedo, página 239)

Claro que quisiera ensalzar virtudes y no revelar desvíos. No me gusta escuchar a los modernos defensores de la selva y los derechos de la naturaleza, hablar con discursos forjados y llamar la atención, incluso prestando un apellido, ante las más grandes ONGs del planeta.

Ellos no hablan de reivindicación del pueblo, hablan de “proyectos” y sus costos, hablan de defensa de la Pacha Mama y, sin embargo; ninguno de sus proyectos elude sus intereses personales, o de grupo.

En todas las luchas del movimiento indígena estuve presente, siempre junto a mi hijo, quien ya adulto, me acompañó por su propia convicción, (y por cuidarme), siempre. Fui reprimida por gobierno de Rafael Correa, en octubre de 2015, llevada prisionera, maltratada y torturada. Mientras tanto, Nina Siren, (Gualinga), para contarles, estuvo tomándose fotos junto a Leonardo Di Caprio, “gestionando” otro premio por la defensa de la naturaleza que nosotros estábamos pagando en la cárcel.

Solo el pueblo de Pastaza, con una caravana de más de 200 vehículos A LAS DOS DE LA MAÑANA, mientras se desarrollaba la audiencia de habeas corpus, presionaron para que no me envíen a la cárcel de Turí, en Cuenca, (ahora sabemos lo que es esa cárcel), como era intención de la “revolución ciudadana”.

Meses antes, y a manera de anécdota les cuento, dimos refugio a Fernando Villavicencio en casa de Wellington Vásquez, en la selva, (lugar rural), una casa llena de murciélagos y abandonada¡¡¡ Cuánto sufrió mi amigo en esas noches!!!

A la tercera noche, lo hospedamos en mi casa, porque en la madrugada del 14 de abril de 2014, noche de luna llena roja, (fenómeno natural celeste, no muy común), que lo disfrutamos con Él, salimos hasta el puerto Latazas del río Bobonaza y fuimos a dejarlo rumbo a Sarayaku. El resto de la historia, ustedes lo conocen.

Fui parte del operativo para sacar a Fernando de la selva; faltaban pocas horas para que el ejército, por disposición de Correa, ingrese a tomarlos prisioneros “porque estaban fuera de la Ley”.

Ahora, con la pesadumbre de haberlo perdido, puedo contarles muchas cosas de nuestra vida junto a Fernando, nuestro compañero del alma, con quien siempre tendremos que hablar de muchas cosas.

Yo no busco, les cuento, disputar “el legado de Villavicencio”, ¿para qué? Si bien sé que con Fernando estuvimos dispuestos a combatir con el mismo fósforo.

¡Mi amigo Fernando fue un hombre grande…!!! (En Hollywood y en las ONG, os aseguro que no lo saben, Nina Siren (Gualinga), tampoco lo sabe).

Yo estoy preparada a enfrentar los retos que siempre están latentes, aunque por ahora, prefiero divagar sola, conversar con nadie, no debatir mi tristeza, no adivinar el pasado.

Lo que ahora les cuento, amigos de Pastaza, lo hago con el corazón estrujado. En veces pienso que el ser humano, como principio de vida, nunca debe claudicar, aunque esto, nos cueste la vida…

El silencio encierra tormentos, esos tormentos me los he tragado Yo, porque considero innecesario elevar a debate público un hecho particular, una bronca de amantes respaldada por un complejo aparato de relaciones públicas y disfrazada de mujer abatida, como pretende hacerlo la señora Siren, (Gualinga).

En sus declaraciones públicas, ella jamás nombra al hijo que tuvo con el mío, ni le preocupa guardar su nombre; son cerca de 5 años de hostigamiento que a mí sí me preocupa, más que nada por el futuro de mi nieto y la relación de Él con sus hermanos, la una de ya 15 años y el último, camino a los 3, es decir, a ella lo ignoramos desde hace más de 4 años…

La soledad en que habito, me permite renderizar recuerdos. Es tan corto el amor y es tan largo el olvido, decía Neruda; y Yo, quiero derramar mi mejor llanto en las virtudes de mi hijo, y con frialdad decirles que la vida y sus deslices, nada tienen que ver con el sentimiento.

Amar es otra cosa, es mirar la silueta que dibuja el agua del Bobonaza, así de caudalosa, desnuda, así de frágil. He de amar, en pretérito, la niebla pasajera que nos abraza, nos envuelve y nos abriga; amar lo fugaz, amar lo que se añora…

Mi hijo Yankuam sabe que en mi corazón tengo de Él un retrato, que reverdece en cada amanecer y se agiganta en cada luna llena.

Yo si soy lo suficientemente adulta, (adulta mayor llaman), por eso afirmo que seguiré viviendo de mis propias certezas, nunca he de desalentarme, seguiré obedeciendo a mis convicciones; he de retratarme en la lozanía de la juventud rebelde, esa rebeldía que agitará el país y que conspirará contra el poder corrupto.

Los donaires del tiempo adornan ya mi sien, ya cercanos a la noche, siempre pienso que aun con las esperanzas y sueños fallidos, se puede empezar de nuevo, como dice el poeta, en una eternidad, siempre es posible empezar de nuevo.

Yo no me considero héroe, más bien procuro recordar todo lo que aún no se ha ido, quisiera que ese pasado subsumido en remembranzas, sea parte de mi realidad cotidiana, tenerlo presente y para siempre.

Atentamente. MARGOTH ESCOBAR

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