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Las mentiras que vende la Conaie a la CIDH

por Andres Ortega

El país vuelve estos días a vivir el ambiente post-30S del 2010. Entonces Rafael Correa disparó todo el aparato de propaganda para tratar de posicionar su relato: el 30-S hubo un intento de golpe de Estado y un intento de magnicidio. En esa misión, Correa desnaturalizó los hechos, desprestigió a los medios, puso al aparato judicial a perseguir policías y acusó a los políticos de reunirse para atentar contra él, aquí y en Miami.

Octubre 2019: los dirigentes indígenas están haciendo exactamente lo mismo: tergiversan los hechos, intimidan a los medios, exigen a la Fiscalía impunidad total para los detenidos por actos de vandalismo y violencia. Y hecho extraordinario: movilizan a quien quiera aparecerse para denunciar ante la misión de la CIDH para posicionar un relato escabroso: el de un Estado fascista que cometió una masacre (algunos no dudan en hablar de genocidio), con decenas de desaparecidos; un Estado que los quiere desgastar y aniquilar, quiere criminalizar sus causas, los persigue política y judicialmente. Sin motivo alguno. El Estado a sus ojos debe ser condenado, sus muertos y heridos deben ser indemnizados, la fiscalía debe renunciar a hacer Justicia, el gobierno debe plegar a sus imposiciones sin lo cual no habrá diálogo. Y entre sus demandas está que el Presidente debe despedir a los ministros María Paula Romo y Osvaldo Jarrín. A la ministra Romo la llaman ministra-muerte.

El relato indígena que Jaime Vargas, Leonidas Iza y su aparato de propaganda quieren legitimar, sobre todo ante la CIDH, tiene patas cortas. No hay muertos directos por la confrontación y no hay desaparecidos. Su actitud cínica nada tiene que envidiar a las actitudes que mostró Rafael Correa durante su gobierno. Basta ver el video en el cual la Conaie expresa, como dice Jaime Vargas en su cuenta de Twitter, su gratitud “al pueblo de Quito y al pueblo ecuatoriano”. ¿Gratitud? El balance hecho en Quito dice que hubo 1681 puntos del patrimonio atacados en la Capital. Y que para recuperarlos se requieren $1.300.00. A esos daños hay que agregar (solo en Quito) los ataques en otros sectores.

¿Gratitud? ¿Acaso Quito no fue rehén de las bases indígenas (y otros grupos violentos) que destruyeron árboles, aceras, bordillos, rejillas, señales de tráfico, fachadas de casas, mamposterías, monumentos, piedras patrimoniales…? ¿Quito les debe agradecer haber paralizado sus actividades, atacado bienes públicos y privados, arrastrado a personas fuera de sus autos, roto parabrisas, provocado incendios por doquier y aterrorizado ciudadanos que, medio turulatos, se armaron con palos de escoba para defender sus condominios?

¿Gratitud? Hay videos, fotografías, testimonios que muestran el vandalismo cometido por las bases indígenas en su camino hacia Quito. ¿Les debe agradecer el país por haber atacado florícolas, brocoleras, empresas localizadas, principalmente, en Cotopaxi e Imbabura? ¿Les debe agradecer por haber derramado miles de litros de leche, destruido huevos, destruido cultivos o saqueado empresas? ¿Les debe Quito agradecer por haber secuestrado policías y periodistas y aupado el odio contra los medios de comunicación que llevó a un alocado a atentar contra la vida de Fredy Paredes? La Conaie no quiere que el Estado quiera concesionar petróleo, minas o hidroeléctricas en sus territorios sin su consentimiento. ¿Pero se siente autorizada a atentar contra los servicios básicos y a destruir bienes en territorios ajenos? ¿Y quiere hacerlo sin que las fuerzas del orden los repriman?

Esa realidad es la que la Conaie y demás organizaciones indígenas no quieren admitir. Ni hacerse cargo. Esa realidad es la que ahora quieren ocultar a la CIDH, pretendiendo ubicar un relato parecido al que promociona Jaime Vargas en el video de marras. Ni una agresión. Ni un saqueo. Tampoco indígenas obligando a los obreros agrícolas a parar la producción. Ni los testimonios de sus propias bases contando cómo les cobran si no se unen a la movilización.

El video de la Conaie es una pieza más de la operación de propaganda para ubicar un relato en el cual ellos son las víctimas. En él, ellos caminan con pancartas en calles limpias, en manifestaciones sin asomo alguno de violencia. Y cuando la realidad vuelve, en alguna fotografía, entonces sí muestran a algún herido provocado por fuerzas del orden que no respondieron a ataque alguno: solo los agredieron. Y cuando Iza reconoce que hubo violencia desde su lado, sin pestañear dice que esos infiltrados eran del gobierno…

Por: José Hernández

Portal web: 4Pelagatos.com

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