– ¡Oiga, compadre Indiscreto! ¡Bájese de ahí!
– ¡Nooo! ¡Yo soy el Espantatiburones!
– ¡Ele que’s pues! Creo que ahora sí enloqueció definitivamente.
– Pues déjeme, compadre Ulbio, disfrutar de mi locura. ¿Acaso solo las autoridades tienen derecho a enloquecer?
– ¿Ve, comadre? Eso le pasa por ver tanto Netflix; ya está confundiendo la fantasía con la realidad.
– Pues, en estos momentos de incertidumbre, en la que la realidad es muy difícil; pues es mejor vivir en la fantasía.
– Pero… ¿Por qué dice esas cosas, compadre? ¿Quién puede vivir en la fantasía cuando hoy más que nunca debemos tener los pies sobre la tierra?
– Eso depende de sobre qué tierra pone usted los pies.
– Pues… ¡¿No será lo mismo una tierra de otra?!
– Claro que no, compadre; no es lo mismo que usted pise tierra puyense que santaclarina.
– ¡¿Y por qué no va a ser lo mismo?! Estemos donde estemos y seamos quienes seamos, corremos el peligro de contagiarnos del coronavirus.
– Pues eso no pasa en Santa Clara.
– ¡Ele! ¡¿Y por qué no va a pasar en Santa Clara?! ¡¿Qué han sido pues?!
– Es que usted no lo sabe compadre, pero Santa Clara tiene un héroe que la protege de ese virus y de cualquier otro.
– ¡¿Héroe que la protege?! ¡No me hable pendejadas, compadre!… ¡¿Y quién es ese héroe?!
– Pues nada más ni nada menos que: ¡Jervis, el Espantacovid!
– ¿Je-je…
– ¿De qué se ríe, compadre?
– Si no me estoy riendo, estoy tartamudeando; quise decir: ¿Jervis, el Espanta… qué?
– “Espantacovid”, compadre. Por eso es que en Santa Clara no cunde el pánico ni pande el cúnico por el covid… ¡Y ese bicharraco infeliz no logró detener la fiesta de Piatúa!
– ¡¿Superhéroe?! Yo creo que ese señor más bien se parece al Bolsón Haro, compadre.
– ¡¿Bolsón Haro?! ¿Y quién es ese señor?
– Pues ese que es presidente de Brasil.
– Bolsonaro, compadre, Bolsonaro. Pues fíjese que Jervis no es ningún bolsón; más bies es amante de la alegría de su pueblo.
– ¿Amante de la alegría? Yo creo que más bien se ha comportado como un completo irresponsable… ¡Acaso no es capaz de darse cuenta del desastre que estamos viviendo!
– ¡Cálmese, compadre! No se me esponje.
– ¡Cómo quiere que me calme, compadre! Mientras las autoridades provinciales y de los otros cantones están tomando medidas para frenar este mal que nos agobia… ¡A quién se le ocurre organizar bochinches llenos de borrachos aglomerados y hasta sin tapabocas! ¡Esa es una completa irresponsabilidad.
– Pero ya tranquilícese compadre, que me espanta. O quiere que le bautice como: ¡Ulbio, el Espantaindiscretos!
– Yo no espanto a nadie, compadre; lo que pasa es que me indigna que haya gente descriteriada en cargos que se requiere de mucha responsabilidad, de disciplina, de pensar en el cuidado de su comunidad.
– Bueno, en eso sí considero que usted tiene toda la boca llena de razón; usted sí piensa cuando hace un esfuerzo, compadrito.
– Pues claro, los hospitales de nuestra provincia a punto de colapsar y el muy bonito de farra…
– En ese caso, si la autoridad no responde como es debido, quien debería reaccionar sería la ciudadanía…
– ¡Claro, pues! ¿Acaso no ven la realidad? Nuestros familiares y amigos están muriendo… ¡Qué desesperación tienen para andar en farras, pachangas y bochinches! ¡Reaccionen, pues!
– ¡Qué le vamos a hacer, compadre Ulbio! Un pueblo marginado y triste busca cualquier resquicio u oportunidad para explotar la algarabía contenida…
– ¡Qué la exploten, pues! Pero conviviendo con su familia, con sus hijos, con sus seres queridos.
– Así es compadre; este virus nos ha dejado sus duras lecciones. Pero, como nunca hemos sido buenos para aprendernos las lecciones, ni en la escuela ni en el colegio; pues dudo mucho que aprendamos estas nuevas lecciones sino hasta cuando sea demasiado tarde…