– ¡¿Y, compadre Indiscreto?! ¿A dónde va con todas esas chucherías? ¡¿No me diga que ya se volvió pepenador?!
– No, compadrito Ulbio; estoy juntando materiales para hacer el añoviejo.
– ¡Ahhh ya! ¿Y a quién le va a quemar a este año?
– Pues, nada más ni nada menos que a nuestro querido alcalde Oz.
– ¿O sea que usted piensa que el alcalde Oz ha sido el personaje más importante del año? ¿Más que el Putin?
– Bueno, pueda que no; pero es el que mejores premios ofrece.
– ¡¿Cómo así ah?! ¡No le entiendo!
– Es de risa, compadre, que el mismo Municipio organice un concurso de años viejos, con ingentes premios para los cinco primeros puestos. y ¿a quién piensa que lo van a hacer pues?
– ¡No me diga! ¡Al mismísimo Oz!
– Exacto, compadre. Pues, como ya está con un pie fuera de la administración, huele a monigote quemado.
– Sí pues; está muy bien, ya que pronto descansará en paz…
– Bueno, tampoco es para tanto, compadre; no le deseamos ningún mal, al contrario…
– Me refiero a que va a descansar de todo el ajetreo éste de administrar la municipalidad.
– Más bien, seguir descansando; porque durante todos estos años se la ha pasado como pez en el agua.
– ¡¿Como pez en el agua, dice?!
– Sí, o sea nada y nada de nada.
– ¿Y la virada de los adoquines? ¿Acaso eso no cuenta?
– Eso es lo mismo que virar el calzoncillo cada quince días, en vez de lavarlo.
– Pero no sea usted malo, compadre; algún mérito debe tener esta administración…
– Bueno, en eso de méritos se está disputando el primer premio a la mediocridad con las dos administraciones anteriores, veamos quién gana.
– Yo pienso que si debe haber alguien que lo considere un buen alcalde.
– No lo sé; pero cuentan que un alcalde amigo de otra provincia le invitó un día a su ciudad.
– ¿Y qué pasó allí?
– Que, luego de charlar y discutir algunos temas importantes, el alcalde de aquella ciudad le dijo: “Pues mira, yo aquí en mi ciudad soy el alcalde más querido y popular de todos los tiempos”.
– ¿Y qué le respondió el Oz?
– Él, todo incrédulo le dijo: “Ya, ya. Eso no te lo creo ni con creedora”. Entonces su amigo le dijo: “Pues, te lo voy a demostrar; salgamos al balcón”.
– ¿Y ahí, qué pasó?
– Que salieron al balcón y vieron que se encontraba afuera concentrada toda una multitud gritando loas y aplaudiendo a aquel alcalde. Entonces el Oz le preguntó despacito a su amigo que cómo hacía para ser tan popular.
– ¿Y qué le respondió aquel alcalde?
– Le dijo: “Fíjate bien”; entonces levantó sus brazos y se dirigió a la multitud: “Queridos conciudadanos… ¿Quién soy yo para ustedes?”. Y todos al unísono respondieron: “¡Nuestro papá, nuestro papá!”. Entonces el alcalde les preguntó: “¿Y qué es lo que quieren?”
– ¿Y qué respondió la gente?
– La gente le respondió al unísono: “¡Plata, queremos plata!” Entonces el alcalde hizo que acercaran una caja, metió sus manos en ella, sacó montones de billetes y los lanzó a la gente, y todos estaban muy felices.
– ¡Qué barbaridad! Eso parece sacado de una película.
– Pero, sepa usted que el alcalde Oz no se quedó atrás; porque a la semana siguiente invitó a aquel alcalde a nuestra ciudad.
– ¡¿En serio?! ¿Y qué pasó?
– Que le dijo: “Mira, yo también soy muy popular en mi tierra y te lo voy a demostrar; salgamos al balcón”.
– ¡No me diga que también había una multitud reunida!
– Así es compadre. Así que el alcalde Oz se dirigió a la multitud, levantó sus brazos y les dijo: “Queridos conciudadanos, ¿quién soy yo para ustedes? Y todos al unísono respondieron: “¡Nuestro papá, nuestro papá!”. Entonces el alcalde les preguntó: “¿Y qué es lo que quieren?”
– ¿También le pidieron plata?
– Nada de eso, compadre; le respondieron: “¡¿Que qué es lo que queremos?! ¡Ser huérfanos, ser huérfanos!”