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…ENTERRAR A SUS MUERTOS.

por Andres Ortega

Por: Punta de Lápiz.

Es increíble lo que un maniático narcisista puede hacer, cuando tiene el poder de manejar a su antojo, a grupos de ecuatorianos altamente domesticados -perdón- dogmatizados. Ejemplo de esto se dió en los aciagos días que se mantuvo el paro indígena.

  Más insólita  fue la actitud tomada por aquellos indígenas, que en la ‘década ganada’ fueron silenciados, encarcelados; atrozmente estigmatizados, denigrados y criminalizados y,  de pronto, en una transmutación inexplicable, hayan tomando una actitud diametralmente diferente, usando la violencia física y verbal, en una manera inconcebible, contra bienes particulares y del Estado, en especial contra el Patrimonio Cultural de la Humanidad de toda la nación que está representado por Quito. ¿Porque no actuaron así, -como lo hicieron ahora- en el tiempo del correismo? ¿Por qué en aquella época no reclamaron por la persecución, el maltrato, contra la minería, la contaminación del agua?

   El haber logrado la derogatoria del acuerdo 883, no es un triunfo usando la protesta pacífica, sino el corolario del vandalismo; no fue el resultado del corte de vías y marchas en Quito, sino de los atentados a la propiedad privada, la privación del agua a las ciudades como Ambato; de robos y asaltos. Lograr la derogatoria no fue la lucha del pueblo, sino el resultado de las acciones de grupos delincuenciales y golpistas que puso al gobierno cerca del colapso, ante la mirada impávida de millones de ecuatorianos y la ineficiencia de militares y policías.

  Ya se habla del ‘triunfo del movimiento indígena’ lo cual ha insuflado el ego de ciertos dirigentes, que prevalidos de tan pírrica victoria, quieren ahora hasta formar ‘su propio ejército’. Ya se consideran regentes y quieren poner condiciones al Estado, pretendiendo estar por encima de la Constitución.

  Bajo todo punto de vista, esas actitudes que toman estos dirigentes en nombre de la autodeterminación, no busca profundizar las reivindicaciones de sus comunidades, sino crear mecanismos de poder en sus territorios, al más puro estilo de las FARC y el narcoterrorismo.

  No podemos mirar apáticos como se dan estas acciones. Durante las manifestaciones vimos una dirigencia indígena con acciones y actitudes típicas del Rafael Correa: Prepotentes: “voy a mandar a  cerrar las llaves de los pozo petroleros”. Insultadores: “patojo de mierda”. A esto debemos sumar que aquí, en nuestra provincia, existen políticos, que ya piensan en la reelección. Impúdicamente manifiestan que la quema de la Contraloría, los robos, destrozos a la propiedad privada y pública; los muertos y heridos, la anarquía, el caos, tienen un solo culpable: el presidente Lenin Moreno. Algo así como decir que el Holocausto judío, no fue culpa de Adolfo Hitler, sino de sus padres. O que la destrucción de la Torres Gemelas no fue culpa de Osama bin Laden sino de Barack Obama. En otras palabras “La culpa es de la vaca…”

  La supuesta victoria del movimiento indígena, no es más que la tarima donde encantados, el populismo y sus ignaros representantes se desgañitan insultando, amenazando, destruyendo. A lo Rafael Correa. La misma caca pero con diferentes moscas.

  Queda un país gris, roto, triste, dividido. Mientras el verdadero pueblo indígena, el que expuso sus mujeres, ancianos y niños, al frente en la refriega, regresan –como dijo  desdeñosamente Nebot- al páramo, a la llacta… ¿en verdad ganaron algo? Creemos que no. Volvieron a reencontrarse con la pobreza, que es la cotidianidad de sus vidas y…a enterrar a sus muertos.

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