Eran aquellos tiempos en los que trabajo no les faltaba a los hombres duros que abrían surcos a punta de pico y pala. Don Carlos Moncayo mejor conocido como don Macario es el personaje a quien muchas familias de Puyo, le deben el hecho de disfrutar del servicio de agua corriente en sus hogares, ya que trabajó por décadas en el Departamento de Agua Potable y Saneamiento Ambiental que luego pasó a ser la Empresa Municipal de Agua Potable y Alcantarillado (Emapast).
Sin embargo, la trayectoria de nuestro invitado es mucho más extensa, ya que antes de ingresar al municipio, laboró en las compañías petroleras instaladas en el cantón Lago Agrio y mucho antes en talleres de herrería de la ciudad de Ambato y Puyo. Aunque su lugar de nacimiento fue en Quito, desarrolló la mayor parte de su vida en Pastaza, provincia a la que vino “sin nada” a probar suerte, una vez concluido el servicio militar obligatorio en el año de 1960.
Es uno de los socios fundadores del Club Deportivo Spencer que se constituyó en el digno rival del tradicional Club Cumandá, siendo un clásico cuando ambos equipos se disputaban los torneos de fútbol. Era aquel tiempo en el que todos eran amigos, se tomaban sus cervezas en el marco de la confraternidad y el respeto, nunca hubo peleas, “de borrachitos, mejor nos abrazábamos”.
Tuvo el lujo de jugar en donde hoy es el parque Doce de Mayo y luego ir a bañarse en las refrescantes y sobretodo limpias aguas del río Puyo a pocos metros más debajo del destacamento de policía. Disfrutó de los encuentros con las amistades en los restaurantes donde atendía don Homero Escobar y sus sabrosos platillos.
La rockola era la sensación de la época, que las nuevas generaciones no la conocieron, pero que era un aparato al que se le introducían monedas y a cambio, podían hacer sonar un par de canciones. De ahí sale su sobrenombre, debido a que era aficionado al tema musical que llevaba el nombre de “Macario” (en una búsqueda por internet es una canción mexicana).
Su habilidad le convirtió en uno de los obreros prácticamente indispensables, ya que era el más experto en las maniobras para instalar y arreglar todo lo concerniente al servicio de agua a tal punto que si no llegaba el líquido vital a los hogares, a él la gente le reclamaba la solución lo más rápido posible.
La dificultad era pan de todos los días, cuenta que, junto a sus compañeros, debían trasladarse a pie, hasta la zona del desperfecto, cargados los tubos, las distintas herramientas, hacer huecos a pura fuerza muscular para enseguida realizar las reparaciones. La plomería era otro de los oficios que dominada y al ser uno de los pioneros en la materia trabajito no le faltaba.
En sus 87 años de recorrido, ya ha visto a muchos de sus contemporáneos adelantarse en el camino, pero aún le quedan muchos otros amigos y el cariño de sus hijos, lo que le motiva a seguir sonriéndole a la vida.
En su mensaje para la juventud les aconseja: Dedicarse a trabajar, a respetar a la familia y que vivan en paz sin ningún problema para el futuro de sus hijos.