– ¡Pero compadrito Ulbio! ¡Ni en Navidad deja esa cara larga! ¡Alégrese compadre! Ya le voy a poner unos villancicos.
– ¡Ach! ¡Calle nomás, compadre Indiscreto! Si por esos villancicos mismo estoy así.
– ¡Ele! ¡¿Y cómo así por los villancicos?! No sabía que usted era medio Grinch.
– Nada de eso, compadre; lo que pasa es que mi mujer se enojó conmigo.
– ¡¿Y por qué se enojó su mujer?! ¡¿Y qué tiene que ver eso con los villancicos?!
– Es que tiré la computadora al río.
– ¡¿Acaso se volvió loco, compadre Ulbio?! ¡¿Y por qué tira pues la computadora al río?!!!
– Para ver como beben y beben los PCs en el río, pues compadre.
– ¡Ele! Ahora sí que me tomó desprevenido compadre, jajaja. Con razón decía que es por culpa de los villancicos.
– Además, compadre, a usted tampoco le he visto que sea muy navideño que digamos.
– No compadrito, lo que pasa es que yo desde niño soy claustrofóbico.
– ¡¿Claustrofóbico?! ¡¿Y eso qué tiene que ver?!
– Es que le tengo miedo a Santa Claus, por eso soy claus-tro-fóbico.
– Yo creía que los claustrofóbicos eran los que tenían miedo a estar encerrados.
– No, esos son los políticos; no se quieren quedar encerrados y ya andan por ahí imitando a Santa Claus. ¿No ve nuestro burgomaestre? Contagiado del espíritu navideño anda entregando aguinaldos por doquier.
– ¡Futa, compadre! A mí todavía no se me pasa las iras de aquel día, cuando ratificó su decisión de retirar el apoyo a los niños del Centro de Acogimiento Institucional, el CAI. ¡Pobres angelitos que se quedaron desamparados! Ellos que culpa tienen de ser víctimas de vulneración de sus derechos.
– Así es, compadrito; el muy retobado se cerró en su capricho, no quiso prestar oídos a nadie, ni a las súplicas ni a los ruegos, ni a los pedidos de que revea su decisión y permita la renovación del convenio para seguir brindando apoyo a esas pobres criaturas.
– ¡¿No ve?! Y por eso hasta hubo quien lo calificó como “enemigo de los niños”.
– Luego se conoció que tras la decisión y sin saber qué hacer con los niños desamparados, se intentó golpear las puertas del GAD Provincial, para que sea éste quien los acoja piadosamente y les brinde protección y amparo como debe ser.
– Ya lo sé, y ahí también les cerraron la puerta.
– Eso me recuerda al pasaje de la biblia, cuando la virgen con su niño golpeaba las puertas en Belén y nadie les daba posada y el pobre Jesús tuvo que nacer en un establo.
– Entre la paja y el heno, al abrigo del asno y del buey.
– Así es, compadrito. Luego dijo Jesús más tarde: “Lo que dejaste de hacer con estos, los más pequeños, a mí mismo lo hiciste”.
– Por eso mismo es que me da iras, compadre.
– Pero ahora, ya contagiados con el espíritu navideño y para poder borrar esa huella que nos dejó un sinsabor a muchos ciudadanos; las autoridades, cual Papá Noel o Santa, han querido dedicarse estos días previos a la Navidad como los más tiernos y acogedores con los niños; con la entrega de los aguinaldos navideños por doquier… ¡Corre que corre por todo lado! Dizque arrancando sonrisas a cientos… ¡A miles de niños! Jo jo jo.
– ¡Bah! Lo que han de querer es recuperar la imagen, ya de por sí desgastada.
– Hasta se ha olvidado estos días de sus verdaderas funciones y ha colocado a la entrada misma del ayuntamiento un letrero que dice que se suspende toda atención al público hasta el nuevo año 2024.
– Ahí encaja muy bien esa frase que dice: “a unos se les da lo que a otros se les quita” jeje.
– Bueno, pero ya que andan de papá Noel, ojalá hagan llegar por acá también una que otra galletita. Hay que aprovechar ahora que se les nota tan dulces y tiernos con los niños.
– Claro pues, compadre; pues uno también tiene su antojo. Como dicen que todos llevamos un niño por dentro.
– Y fue Jesús mismo quien dijo: “El que no vuelve a ser como niño, no entrará en el reino de los cielos”. – Oiga, compadre, y ¿por qué s Santa Claus se le llama también Papá Noel.
– Pero, si está muy claro, compadre. Se le dice Papá Noel porque realmente son los padres de los niños quienes compran los regalos y “no él”.