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Un angelito más en el cielo

por Andres Ortega

– Oiga, compadre Indiscreto, sáqueme de una curiosidad…

– ¡Otra vez usted con sus curiosidades, compadre Ulbio! ¡Parece niño chiquito! Pregunta y pregunta.

– Bueno pues… Si no quiere que le pregunte pues, me callo… ¡Uy, qué genio se trae hoy!

– A ver, pregunte nomás; porque ya me dejó con la intriga de qué es lo que me querría preguntar.

– Este… Yo solo quería preguntarle: ¿Por qué Dios se lleva a la gente buena? Y a los malos los sigue dejando aquí para que nos sigan jodiendo.

– Es que Dios sí sabe reciclar, pues compadre.

– Pero, entonces… debería reciclar a los malos, para limpiar al mundo de tanta lacra.

– ¿Acaso no ha escuchado aquella parábola en la que Dios separa el trigo de la cizaña? El buen trigo lo guarda y la cizaña la deja para que sea echada al fuego.

– ¿O sea que nuestra querida amiga Katya fue como el buen trigo que Dios la separó para el cielo?

– ¡Claro pues, compadre! Las almas buenas son como perlas que brillan en el cielo.

– ¡Pobre Katyta! Dios se la llevó en la mitad de su vida. Eso es lo que yo no entiendo… ¡¿Cómo puede ser posible?! En la flor de su juventud, aún tenía mucho para dar.

– A ver, compadre; imagínese un rato: Cuándo usted arranca las flores del jardín para agradarle a su esposa o a su madre, ¿qué flores arranca? ¿las mejores o las más feas?

– ¡Las mejores pues compadre! Se trata de agradarle, no de darle un disgusto.

– Eso mismo, compadre; cuando Dios quiere ángeles en el cielo, se lleva a las mejores personas. A las malas las deja hasta que se arrepientan y cambien de vida… o hasta que se las lleve don Sata.

– Eso sí compadre, Katytaa se fue directo al cielo; porque dedicó su vida a las mejores causas, al trabajo social, mostrando su solidaridad con las personas, familias y comunidades.

– Usted lo ha dicho compadre, dedicó su vida a servir a los más necesitados; y, ¿cuántos valoraron su trabajo? ¿Cuándo se le dio un reconocimiento en vida?

– Sí pues; ahora que ya se fue, todo mundo quiere hacerse el alhajita: Reconocimiento por la prefectura, reconocimiento por la Gobernación, reconocimiento por la institución donde prestaba sus servicios y también el municipio le hará un reconocimiento en la sesión solemne.

– Como dice el famoso filósofo Gerardo Morán, alias “el más querido”; en vida todo, de muerto ya para qué…

– ¡Viera los discursos de las autoridades! Todos alabando su figura, echándole flores, poniéndola por lo más alto. Al punto que su joven esposo un día se molestó y les calló la boca diciéndoles que sus palabras ahora están demás, ya que él sabe bien quién fue su esposa y la calidad de persona que era.

– Figúrese, compadre. y su madre también les dijo: “no me digan cómo fue mi hija, porque yo sé bien la clase de hija que yo crie”. Y se fue contra los de Gestión de Riegos, a quienes los llamó mentirosos porque le ocultaron la verdad…

– ¡¿En serio, compadre?!

– ¡Ajá! No dieron información y hasta le hicieron perder las esperanzas de encontrar los restos de su hija, diciendo que todo estaba en cenizas. “¿Dónde está el compañerismo y el amor que ahora dicen que le tenían a mi hija? Si nadie se arriesgó a ir por ella” – les dijo en la cara.

– Es que los militares, solo han entrado a rescatar los cuerpos de sus compañeros, y de Katya y los otros civiles, ni se molestaron. Y así, una serie de cosas, que la familia con justa razón ahora reclama.

– Dicen que cada pueblo de vez en cuando tiene que tener sus mártires, que pagan con sangre el justo precio por una sociedad descarriada; y yo creo que es verdad. Katya, de héroe pasó a ser mártir, y tenemos un ángel en el cielo.

– Que Dios mire su sacrificio y traiga paz, bendición y prosperidad a nuestro pueblo.

– Y que su legado nos sirva como ejemplo para tener nuevas katyas que sean capaces de imitar su don de gente, su empatía por los demás, especialmente por los más necesitados. Y si no hay un cuerpo donde llevarle flores, será porque el mejor homenaje que le podemos rendir, es poniéndonos a trabajar y a servir a los demás; porque hoy más que nunca Katya somos todos. ¿No le parece compadre?

– ¡Bien dicho, compadre! Y ya que usted lo dice, y está con ese corazón generoso, présteme unos cien dolaritos, compadre, para comprarle algo a mi mujer por el día de la madre; y no se preocupe que yo se los pago.

– ¡No le digo, compadre! ¡Enseguida el abuso! ¡Qué madre, ni que madre! Para chupar por las fiestas ha de querer…

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